Un barco a la deriva en la montaña

Muy buenas, cálidos saludos:

De alguna manera, todas las personas que están en el Japón le deben una visita a la larga y delgada zona de devastación provocada por la fuerza desaforada del terremoto de 9,0 grados y el tsunami de marzo de 2011. Con el turismo se hace una solidaridad bastante eficiente.
Una noticia apresuró las cosas: el barco que está a la deriva en las montañas va a ser desmantelado y desaparecerá una de las evidencias que persisten sobre el Gran Terremoto del Este.
Desde el satélite, gracias a la facilidad que ofrece Google Maps, aún se puede ver con claridad la línea de destrucción de la furia del mar: fíjese en los alrededores de Minamisoma, en la prefectura de Fukushima y lo notará.
Bien, a afinar la mirada y ajustar la lupa al detalle del pequeño puerto de Kesennuma. De pie, frente a ese espectáculo, es posible, normal y humano perder el aliento. A 750 metros del mar está un barco pesquero de 330 toneladas y de 60 metros de eslora. Dicho en otro términos, a siete cuadras y media del agua está una mole de hierro que pesa igual que 330 vehículos pequeños.
Trás la hélice se ve los mástiles de los barcos en el mar
¿Qué endemoniada fuerza fue capaz de hacerlo, de empujar a un cetáceo ciclópeo, de sacarlo del mar y depositarlo en donde no pertenece? Por lo menos no ha existido ninguna potencia similar inventada por el ser humano que pueda sacar al barco de la deriva de las montañas y devolverlo al mar.
Es un barco. Pero sobre todo es un ejemplo. Esa nave debe necesitar un nivel de agua semejante a unas siete personas, parada la una sobre la otra, para poder flotar. El mar se alzó más que eso todavía, 18 metros, 10 personas hacia arriba.
En marzo de 2011 este puerto tenía unos 70.000 habitantes, algo más de 9.000 murieron debido al terremoto, al tsunami o a los incidentes menores provocados por los dos anteriores. En unos 25 minutos el nivel del agua subió. Subió. Subió. Luego de que el agua comenzó a irse calladita, por debajo de los escombros, como avergonzada por lo que hizo, se iniciaron los incendios, una pirotecnia que ponía la firma definitiva a un día de tragedia. Sobre el pergamino del cielo. Una firma de sangre. El mar se fue y volvió a ser el dador de vida.
El barco siguió cautivo de las montañas y los ciudadanos decidieron resolver qué hacer con la osamenta. Hubo opiniones discrepantes entre los habitantes de Kesennuma sobre el destino que darle al barco, los unos proponían dejarlo como la memoria visual de un desastre que hay que remontar (y porque estaba reportando ingresos interesantes de los turistas); los otros quieren olvidarse que en minutos desaparecieron del pueblo más del diez por ciento de los habitantes.
Ganó la segunda propuesta y se ha encargado a una organización no gubernamental que inicie el trabajo de arrancar cada uno de los poros de este coloso del mar que se perdió en las montañas.
En esta planicia estaban las casas del puerto de Rikuzentakata.
Unos cuantos cerros al norte, otra organización no gubernamental intenta salvar un único árbol que quedó en pie en el puerto de pescadores de Rikuzentakata y que se ha convertido en el símbolo de la reconstrucción.
Desde hace unos doscientos años los habitantes sembraron unos diez mil pinos, de hecho una parte importante estaban en una playa de arena blanca y protegían al puerto de los vientos muy fuertes, era como una primera línea de defensa que funcionó con bastante eficiencia en el penúltimo tsunami que atacó a la pequeña bahía, en 1960, provocado por un terremoto en el lejano Chile.
Tras ese trozo de playa arbolada se había construido un muro de contención de cinco metros de alto para proteger a las 23.000 personas que vivían ahí; el obstáculo fue insuficiente para más de mil habitantes de Rikuzentakata.
Durante meses se hizo un esfuerzo importante por salvar al árbol, al ícono, al símbolo de que, a pesar de todo, este pueblo está de pie. Pero el exceso de sal en el suelo ha provocado que vaya muriendo poco a poco. El árbol; las personas siguen de pie. Sin embargo, se salvaron y se plantaron algunas semillas que se han convertido en pequeños arbolitos. No será posible sembrar nada en este terreno hasta que la tierra deseche el exceso de sal que, por ahora, permite que crezcan solamente pequeñas matas.
Todavía no se resuelve que hacer con los millones de toneladas de escombros
Se pueden ver señales francas de la reconstrucción, pero es difícil hacerse una idea de cómo marchan los trabajos. Hay frecuentes comentarios de que el gobierno no ha trabajado a suficiente velocidad y son visibles en las noticias los reportes de familias que aún viven en casas provisionales.
Pero es difícil hacer una evaluación más precisa. El gobierno calculó los daños en medio billón de dólares, más dinero de lo que una persona pueda imaginarse, y se nota que la infraestructura está operativa: carreteras, electricidad, agua potable, comunicaciones.
Pero todavía es posible ver llanuras donde hubo ciudades. Descampados donde hubo techos. Silencio donde hubo risas. La reconstrucción de las viviendas no va a la misma velocidad que el resto. Muchas familias adquirieron sus casas con crédito, tenían su patrimonio, desde el cepillo de dientes hasta los zapatos, pasando por la cocina, la lámpara y las cucharas. Todo se perdió. Una parte de la deuda les fuer perdonada pero lo que tienen ahora es la paciencia para esperar que las autoridades delimiten de nuevo el suelo donde estuvo su casa y terminar de pagar las deudas para contraer otras y edificar la vida nuevamente
Hace poco se hizo público un video que filma sin pausa el tsunami en Kesennuma. Dura 25 minutos y es un documento sobresaliente para entender lo anterior, está aquí. En veinticinco minutos sucede todo. Inclusive que un barco quede a la deriva en las montañas.

Les veré ya mismo, gracias por venir.

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