Jorge Carrera, los haiku y los días de Japón (IV Parte y final)
Hola a todos, bienvenidos. Este capítulo, de la historia que empecé a contarles tres capítulos atrás, tiene un sentido diferente. Es decir, en los tres primeros estuvo en sus manos el texto creado por el escritor y diplomático ecuatoriano Jorge Carrera Andrade mientras fue Cónsul General del Ecuador en Japón. Sus oficinas estaban en Yokohama y allí vivió los avatares de un país en guerra.
Pero, lo que está todavía pendiente es hablar de la literatura, que se expresa en dos libros que publicó en Japón en 1940: “Microgramas” y “País secreto”. En el segundo, el autor puso en las perchas poemas que construyó en sus días en Japón, un país que le marcó de una manera extraña.
Es difícil descifrar lo que sucedió con "Microgramas". A partir de su publicación en la capital nipona, Carrera Andrade patea el tablero de la poesía modernista y se coloca a la vanguardia, junto con los ecuatorianos Alfredo Gangotena y Gonzalo Escudero, en el postmodernismo o, también dicho, en la casta de los poetas latinoamericanos contemporáneos.
Es difícil también descifrar la poesía de Jorge Carrera. Si se suma las casillas en las que ha sido colocada su poesía se podría decir que representa al imaginismo americano, el ultrismo español, el indigenismo latinoamericano y la forma haiku de la poesía japonesa.
Suena extraño, sin embargo, que el poeta niegue cualquier influencia del estilo nipón en sus creaciones, tanto que en su autobiografía no hace la menor mención a los movimientos literarios nipones, a pesar de que su sistema giraba alrededor del sol de la literatura. Es llamativo, también, por lo que dicen de él literatos de calidad indiscutible.
La primera en acudir a este estrado es Gabriela Mistral. La chilena Premio Nobel de Literatura escribió: «Tres versos para aprehender con intensidad poética las cosas admirables y sencillas. El cosmos americano que regurgita ínfimo y a la vez inmenso para hacerse eterno. Carrera Andrade utiliza el haiku para, a base de metáforas formidables, coloridas, elucubrar una especie de aforismos filosóficos, universales, de gran belleza y que atañen a la naturaleza y al cosmos.
Pero, lo que está todavía pendiente es hablar de la literatura, que se expresa en dos libros que publicó en Japón en 1940: “Microgramas” y “País secreto”. En el segundo, el autor puso en las perchas poemas que construyó en sus días en Japón, un país que le marcó de una manera extraña.
Es difícil descifrar lo que sucedió con "Microgramas". A partir de su publicación en la capital nipona, Carrera Andrade patea el tablero de la poesía modernista y se coloca a la vanguardia, junto con los ecuatorianos Alfredo Gangotena y Gonzalo Escudero, en el postmodernismo o, también dicho, en la casta de los poetas latinoamericanos contemporáneos.
Es difícil también descifrar la poesía de Jorge Carrera. Si se suma las casillas en las que ha sido colocada su poesía se podría decir que representa al imaginismo americano, el ultrismo español, el indigenismo latinoamericano y la forma haiku de la poesía japonesa.
Suena extraño, sin embargo, que el poeta niegue cualquier influencia del estilo nipón en sus creaciones, tanto que en su autobiografía no hace la menor mención a los movimientos literarios nipones, a pesar de que su sistema giraba alrededor del sol de la literatura. Es llamativo, también, por lo que dicen de él literatos de calidad indiscutible.
La primera en acudir a este estrado es Gabriela Mistral. La chilena Premio Nobel de Literatura escribió: «Tres versos para aprehender con intensidad poética las cosas admirables y sencillas. El cosmos americano que regurgita ínfimo y a la vez inmenso para hacerse eterno. Carrera Andrade utiliza el haiku para, a base de metáforas formidables, coloridas, elucubrar una especie de aforismos filosóficos, universales, de gran belleza y que atañen a la naturaleza y al cosmos.
"Mariposa y polilla", Katsushika Hokusai |
Eres un niño fajado.
Y cuando pliegas las alas
folleto vivo del campo.
«En Jorge Carrera Andrade es posible encontrar una gran influencia de Matsúo Basho. Pues son visibles dos elementos; el primero atañe a un referente lógico, si se quiere, mientras que un segundo alude a una circunstancia mágica, por la cual la imagen cobra una vitalidad inusitada y llega a ser, como si se cerrara un ciclo vital, completa. Esta imagen resulta, además, una postura filosófica con respecto al cosmos, a la naturaleza misma. En el caso de Jorge Carrera Andrade, siendo un ejemplo de lo maravilloso de la fauna y flora americanas».Matsúo Basho fue un poeta nipón que nació 1644 y murió en 1694. Se le considera una cima extraordinaria de la poesía japonesa. Tanto que otro Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz, dice de él: «La poesía de Basho, ese hombre frugal y pobre que escribió ya entrado en años y que vagabundeó por todo el Japón durmiendo en ermitas y posadas populares; ese reconcentrado que contempla largamente un árbol y un cuervo sobre el árbol, el brillo de la luz sobre una piedra; ese poeta que después de remendarse las ropas raídas leía a los poetas chinos; ese silencioso que hablaba en los caminos con los labradores y las prostitutas, los monjes y los niños, es algo más que una obra literaria: es una invitación a vivir de veras la vida y la poesía. Dos realidades unidas, inseparables y que, no obstante, jamás se funden enteramente: el grito del pájaro y la luz del relámpago».
Octavio Paz consta como autor del prólogo y la traducción al español de Sendas de Oku, la obra cumbre de Matsúo Basho.
En dicho prólogo, cuando describe referencias de la poesía de Basho y los haiku en Latinoamérica, dice: “Años después el poeta ecuatoriano Jorge Carrera Andrade redescubrió por su cuenta el haiku y publicó un precioso libro: Microgramas (Tokio, 1940)”.
De manera que Gabriela Mistral y Octavio Paz, dos premios Nobel de literatura dicen que Carrera escribió haiku. Pero él no está de acuerdo.
La escritora y periodista ecuatoriana Aleyda Quevedo Rojas, publicó un artículo para la Revista Andina de Letras sobre la poesía de Jorge Carrera. La cita es esta: «No en vano el ecuatoriano mencionaría el micrograma y el haiku en uno de sus ensayos en que sugiere algunas luces sobre su poética:
“Me encontraba en pleno amanecer de mi conciencia poética cuando intenté definir las cosas dentro de una forma breve y epigramática, a la que llamé «micrograma» para otorgarle un abolengo grecolatino.
“En otra ocasión me referí ya al micrograma como 'un trabajo de reducción de lo creado, en pequeñas fórmulas poéticas, exactas, mediante la concentración de elementos característicos del objeto entrevisto o iluminado súbitamente por el reflector de la conciencia', y cité a Bachelard que ha calificado lo minúsculo de 'puerta estrecha que se abre sobre un mundo'.
“El micrograma, imagen o metáfora aislada, constituyó para mí un instrumento de liberación poética. Era mi época de mayor fertilidad de la metáfora, operación mental que yo consideraba como la condensación suprema de la idea, la sensación o el sentimiento lírico, despertados por el objeto. Pese a la semejanza gráfica del micro grama con el haiku, las dos formas difieren en su esencia. Mientras el haiku encierra como elemento indispensable el kidai, o sea, la sensación del instante pasajero, fugaz, mínimo, de paisaje, el micrograma es una metáfora definidora de un ser o de una cosa material de la naturaleza"».
Aleyda Quevedo prende un par de candiles para dejar claro el mensaje: Jorge Carrera Andrade «…logra elaborar pequeñísimos poemas que en tan estrecho espacio, parece empeño imposible, encerrar los grandes movimientos del universo, más por una especie de trabajo mágico, el poeta consigue contener al infinito en esa pequeña prisión donde caben todas las sorpresas y emociones sin la pretensión de los haiku.
De esta manera, mientras Matsúo Basho dice:
A la fuente vieja
Salta veloz la rana
Y el agua suena.
Jorge Carrera Andrade escribe:
Canuto vivo y rosado,
escribe ceros de vidrio
en la redoma el pescado».
Siguen algunos de los famosos Microgramas del poeta ecuatoriano.
Caracol
Caracol:
mínima cinta métrica
con que mide el campo Dios.
Ostión
Ostión de dos tapas:
tu cofre de calcio
guarda el manuscrito
de algún buque náufrago.
Colibrí
El colibrí
aguja tornasol,
pespuntes de luz rosa
da en el tallo temblón
con la hebra de azúcar
que saca de la flor.
Nuez
Nuez: sabiduría comprimida,
diminuta tortuga vegetal,
cerebro de duende
paralizado por la eternidad.
La lombriz
Sin cesar traza en la tierra
el rasgo largo, inconcluso,
de una enigmática letra.
Grano de maíz
Todas las madrugadas
en el buche del gallo
se vuelve cada grano de maíz
una mazorca de cantos.
Concha marina
Entre la arena, es la concha
lápida recordativa
de una difunta gaviota.
Vale decir que Jorge Carrera Andrade estudió en la Facultad de Jurisprudencia de Quito (Ecuador), en la de Filosofía y Letras de Barcelona (España) y en la de Aix (Francia). Político y diplomático, fue secretario general del partido socialista ecuatoriano (1927-1928), secretario del Senado y del Congreso, cónsul del Ecuador en Paita (Perú), El Havre (Francia), Yokohama (Japón) y San Francisco (EE.UU.); secretario de Embajada en Venezuela, ministro plenipotenciario en Gran Bretaña y delegado en la Unesco.
Al final de este camino persiste cierta amargura; por partida doble: ¿Por qué en su autobiografía, publicada bajo el nombre de “El Volcán y el Colibrí” omite mencionar que fue en Japón donde publicó su obra cumbre? ¿Por qué se empeña tanto en alejarse del haiku, a pesar de la indudable influencia que encuentran, para no ir más lejos, dos latinoamericanos que han ganado el mayor reconocimiento mundial?
Harto complicado de saberlo sin preguntarle. Era demasiado buen poeta como para culpar de este hecho a la arrogancia que demuestran con tanta frecuencia ciertos diplomáticos a los que no se les hace venias ni se le rinde honores. Japón estaba en guerra y las conflagraciones son una mina de injusticias y abusos para todos.
La lápida con la que llega a su fin esta serie ha sido tomada de la escritora Aleyda Quevedo: «Pues a pesar de la diferenciación que nuestro poeta establece, sus microgramas revelan la influencia apaciguadora del Budismo. La exactitud matemática y leve del haiku».
Estaré con ustedes ya mismo, tengo algunos temas entre manos que les quiero proponer.
Capítulos anteriores:
Jorge Carrera, los haiku y los día de Japón (I Parte).
Jorge Carrera, los haiku y los día de Japón (II Parte).
Jorge Carrera, los haiku y los día de Japón (III Parte).
Adenda (20 e marzo de 2018)
El estudioso ecuatoriano Álvaro Alemán escribió un artíuclo para el portal Tejemos, del que extraemos las siguientes revelaciones: «Cuando Carrera Andrade recibió su traslado de La Haya a Yokohama en 1938, no hay duda de que llevó algunos libros entre su equipaje que le fueron útiles para las traducciones de los clásicos del haiku que presentó en la segunda parte de su poemario Microgramas (1940).
«La advertencia preliminar, que aparece como nota del autor, en una parte dice: "Se ha conservado el nombre de haikais por hallarse ya consagrado por el uso en los países de habla castellana; mas el verdadero nombre de estas piezas líricas es haiku".
«Esta observación denota un conocimiento previo sobre la forma poética posiblemente aprendida en los libros de Couchoud, Bonneau, Steinilber-Oberlin/Matsuo y Revon.
«No podemos saber a ciencia cierta cuáles fueron las fuentes originales que empleó Carrera Andrade aunque sospechamos, con firmeza, que sus traducciones se realizaron a partir de las versiones de Revon, especialmente de Steinilber-Oberlin/Matsuo y de Bonneau.
«Veinte de los veintiún haiku clásicos traducidos por Carrera Andrade provienen de estas obras. Como observa el investigador Charles Trumbull, el haiku hispanoamericano, a diferencia de aquel que proviene de otras tradiciones, consiste de un fenómeno poético de adaptación y creación, no de investigación».
Aleyda Quevedo prende un par de candiles para dejar claro el mensaje: Jorge Carrera Andrade «…logra elaborar pequeñísimos poemas que en tan estrecho espacio, parece empeño imposible, encerrar los grandes movimientos del universo, más por una especie de trabajo mágico, el poeta consigue contener al infinito en esa pequeña prisión donde caben todas las sorpresas y emociones sin la pretensión de los haiku.
De esta manera, mientras Matsúo Basho dice:
A la fuente vieja
Salta veloz la rana
Y el agua suena.
Jorge Carrera Andrade escribe:
Canuto vivo y rosado,
escribe ceros de vidrio
en la redoma el pescado».
Siguen algunos de los famosos Microgramas del poeta ecuatoriano.
Caracol
Caracol:
mínima cinta métrica
con que mide el campo Dios.
Ostión
Ostión de dos tapas:
tu cofre de calcio
guarda el manuscrito
de algún buque náufrago.
Colibrí
El colibrí
aguja tornasol,
pespuntes de luz rosa
da en el tallo temblón
con la hebra de azúcar
que saca de la flor.
Nuez
Nuez: sabiduría comprimida,
diminuta tortuga vegetal,
cerebro de duende
paralizado por la eternidad.
La lombriz
Sin cesar traza en la tierra
el rasgo largo, inconcluso,
de una enigmática letra.
Grano de maíz
Todas las madrugadas
en el buche del gallo
se vuelve cada grano de maíz
una mazorca de cantos.
Concha marina
Entre la arena, es la concha
lápida recordativa
de una difunta gaviota.
Vale decir que Jorge Carrera Andrade estudió en la Facultad de Jurisprudencia de Quito (Ecuador), en la de Filosofía y Letras de Barcelona (España) y en la de Aix (Francia). Político y diplomático, fue secretario general del partido socialista ecuatoriano (1927-1928), secretario del Senado y del Congreso, cónsul del Ecuador en Paita (Perú), El Havre (Francia), Yokohama (Japón) y San Francisco (EE.UU.); secretario de Embajada en Venezuela, ministro plenipotenciario en Gran Bretaña y delegado en la Unesco.
Al final de este camino persiste cierta amargura; por partida doble: ¿Por qué en su autobiografía, publicada bajo el nombre de “El Volcán y el Colibrí” omite mencionar que fue en Japón donde publicó su obra cumbre? ¿Por qué se empeña tanto en alejarse del haiku, a pesar de la indudable influencia que encuentran, para no ir más lejos, dos latinoamericanos que han ganado el mayor reconocimiento mundial?
Harto complicado de saberlo sin preguntarle. Era demasiado buen poeta como para culpar de este hecho a la arrogancia que demuestran con tanta frecuencia ciertos diplomáticos a los que no se les hace venias ni se le rinde honores. Japón estaba en guerra y las conflagraciones son una mina de injusticias y abusos para todos.
La lápida con la que llega a su fin esta serie ha sido tomada de la escritora Aleyda Quevedo: «Pues a pesar de la diferenciación que nuestro poeta establece, sus microgramas revelan la influencia apaciguadora del Budismo. La exactitud matemática y leve del haiku».
Estaré con ustedes ya mismo, tengo algunos temas entre manos que les quiero proponer.
Capítulos anteriores:
Jorge Carrera, los haiku y los día de Japón (I Parte).
Jorge Carrera, los haiku y los día de Japón (II Parte).
Jorge Carrera, los haiku y los día de Japón (III Parte).
Adenda (20 e marzo de 2018)
El estudioso ecuatoriano Álvaro Alemán escribió un artíuclo para el portal Tejemos, del que extraemos las siguientes revelaciones: «Cuando Carrera Andrade recibió su traslado de La Haya a Yokohama en 1938, no hay duda de que llevó algunos libros entre su equipaje que le fueron útiles para las traducciones de los clásicos del haiku que presentó en la segunda parte de su poemario Microgramas (1940).
«La advertencia preliminar, que aparece como nota del autor, en una parte dice: "Se ha conservado el nombre de haikais por hallarse ya consagrado por el uso en los países de habla castellana; mas el verdadero nombre de estas piezas líricas es haiku".
«Esta observación denota un conocimiento previo sobre la forma poética posiblemente aprendida en los libros de Couchoud, Bonneau, Steinilber-Oberlin/Matsuo y Revon.
«No podemos saber a ciencia cierta cuáles fueron las fuentes originales que empleó Carrera Andrade aunque sospechamos, con firmeza, que sus traducciones se realizaron a partir de las versiones de Revon, especialmente de Steinilber-Oberlin/Matsuo y de Bonneau.
«Veinte de los veintiún haiku clásicos traducidos por Carrera Andrade provienen de estas obras. Como observa el investigador Charles Trumbull, el haiku hispanoamericano, a diferencia de aquel que proviene de otras tradiciones, consiste de un fenómeno poético de adaptación y creación, no de investigación».
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