Si mi mamá hubiera sido japonesa

Buenas tardes. Tardes que se han puesto más calientes para nosotros los tokiotas:

Hoy almorzamos comida china en un restaurante en cuya entrada hay un loro enjaulado que sabe decir "hola". Pero es un hola tan metálico, tan profundamente artificial que los comensales quedamos de acuerdo en que si el loro no saluda en varias las lenguas sus dueños no le dan comida. El idioma a la fuerza. Y las dosis de alimento si se porta bien serían abundantes y, seguramente, plátano filipino, el ecuatoriano es más caro. Me encantaría que el loro se llamara Babel.
Nos sentamos en una mesa circular con Mercedes, Cristóbal, Carlos y Mi Señora. El plato que yo pedí tenía de base de udón (un variedad de fideo más grueso) y por encima rebozaba de tofu.
A donde fueres haz lo que vieres, hasta ahora me ha ido bien con aquello de sorber los fideos, una costumbre asiática que tanto disgusta a los occidentales. No es que lo hacen porque son malcriados, los asiáticos al sorber los fideos, sino que es un proceso muy simple para enfriarlos mientras ascienden a la cavidad bucal y de esa manera evitan quemarse la boca, para decepción de los occidentales que serían felices de comprobar que los japoneses son más sucios que ellos porque sorber los fideos, lo cual no es verdad.
Estaba yo ejerciendo mi derecho a convertirme en una aspiradora humana cuando recordamos que en la infancia hubiera provocado un "huachazo" por parte de uno o los dos progenitores sorber los fideos. Recuérdese que "huachazo" es el nombre vulgar para el golpe con la mano abierta que se regala en la parte dorsal del cráneo, con el cual se doblega la firmeza de la cerviz de manera que la cabeza de la víctima oscila hacia adelante.
Si mi mamá hubiera sido japonesa desde chiquito me habría ayudado a desarrollar la destreza de sorber con estilo y no tendría que pasar las vergüenzas que debe soportar un mayor de edad que se ensucia la camisa cada vez que sorbe fideos.
Luego, el arroz se sirve en tazones y se come con palitos y así sucedió en este almuerzo. Pero, siempre al final queda unos arroces sueltos, de aquellos que se negaron a enrolarse en los grumos. Comer un arroz a la vez con palitos es casi un castigo divino, además porque el arroz del Asia es más pequeño. La solución es levantar el tazón y empujar esos arroces directamente a la boca. En mi infancia eso hubiera significado "huachazo" y medio, y el escarnio silencioso de la mirada de los hermanos.
Si mi mamá hubiera sido japonesa me hubiera alentado a empujar los arroces directamente del plato a la boca y seguro que me habría dicho que son como pequeñas gaviotas que vuelan a una enorme caverna donde recién reventaron los huevos unas divinas gaviotillas.
Más tarde me subí al metro. Cerca mío estaba un joven con una de aquellas mascarillas de cirujano que significa, para cualquier buen entendedor, que tiene una buena gripe y ojalá que nada peor. Estuve en ese vagón por tres paradas y el doliente sorbió la masa nasal que se le desleía unas cinco veces; una demostración más de su habilidad para sorber. No fue capaz de sonar su nariz y es normal: es visto con naturalidad sorber los mocos pero se percibe como una señal de malcriadez sonárselos.
Si mi mamá hubiera sido japonesa jamás me hubiera sacado un pedazo de brazo gracias a un  pellizcón discreto cuando, en misa, yo asistía con una gripe de padre y señor nuestro y en mi poca amplitud de discernimiento debía escoger entre la caída de la líquida masa mocosa hacia los confines de mi camisa o devolverlos al lugar con una violenta espiración.
Más tarde llegamos a casa y a la entrada, como hacen virtualmente todos los asiáticos, nos sacamos los zapatos y los guardamos en un pequeño armario. Pero cuando mi mamá me veía sin zapatos correteando por la casa me ganaba dos "huachazos" y un pellizco porque: a) mijito, se va a resbalar, se va a caer y Dios no quiera tener que ir a la clínica a buscarle al doctor Piedrahita para que le enyese, va a perder clases; b) mijito, no ve que hay un chiflón horrible y va a pescar una gripe, verá que la gripe entra por los pies y acuérdese que usted odia hacer vaporizaciones con eucalipto; c) claro, siga no más, total la que lava las medias soy yo y claro, como una no se cansa, como una es de palo, friega y friega la ropa de los guaguas, negras quedan esas medias; y, d) yo no sé para que su papá se rompe el lomo para ganar la plata y comparles esos zapatos lindos, de colores de jóvenes y de última tecnología, ahí guardados están, pero lo que sí, presupuesto aparte para medias. Entonces, nuestras mamás nos creaban el odio al piso, una aberración a caerse, a revolcarse, a sentarse. Claro, el piso es sucio.
Si mi mama hubiera sido japonesa me habría premiado por no usar zapatos en la casa, habríamos comido sentados en el suelo, habríamos dormido en un futón a centímetros del piso y tuviéramos huesos duros para soportar cualquier caída. Es que no usar zapatos dentro de casa significa eliminar, de plano, buena parte de la suciedad que se trae de la calle y en un piso limpio se descubre un universo maravilloso.
Pero mi mami es quiteña y me formó para ser, de alguna manera, como ella, para convertirme en un adulto que crea en las mismas verdades absolutas que a ella le han dado la base para existir. Más bien agradezco la madre que tengo.
Pero también me alegro de constatar que otras culturas miran como cotidianas acciones que para Carreño y para mi mamá son ejemplos de una falta de valores y de la ausencia de un concepto claro de civilización. Me gusta darme cuenta de que no hay verdades absolutas en la vida diaria sino costumbres arraigadas. Me alegro de saber que es posible, agradable y saludable comer arroz que no tiene aceite y que tiene muy poca sal y que esa manera de prepararlo ayuda para que mi estómago disminuya su periferia. Así como extraño los deliciosos jugos de frutas frescas preparados por mi mamá para los desayunos familiares. Por cierto, con bastante azúcar.
Porque si mi mamá fuera japonesa....

Nos vemos pronto.

Comentarios

  1. Si tu mamá hubiese sido japonesa, estarías de diplomático japonés en Ecuador y probablemente comiendo chulpi chochos, y sin comprender porque se ríen los ecuatorianos con la boca llena de comida mostrando la maravillosa mezcla...

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