De novios a hermanos

En Japón ya pega el verano y con ese mismo calor les saludo.

Camino a casa en el bus que una las estaciones de Shibuya y Shimbashi unos días atrás se bajó una persona que vestía una camiseta apretada y una minifalda celestes. El rostro tenía evidentes facciones masculinas.
Entonces recordé lo que he leído con respecto al debate ecuatoriano sobre GLBTT, las iniciales que engloban a gays, lesbianas, bisexuales, travestis y transexuales. (Comentario al margen, horrible que a seres humanos que han tomado una opción sexual diferente, utilizando el libre albeldrío que Dios les dio, teminen por encasillarles en una siglas. Ese es un hecho histórico que debería formar parte del Museo de las Horripilancias).
Evidentemente, entre la retórica de la discusión nacional y la persona que se bajó del bus coquetamente vestida de celeste, surgió la interrogante de cómo se maneja el homosexualismo en Japón.
Se maneja como todo. Es decir, existen pocas muestras públicas porque en su cultura no se han desarrollado las expresiones abiertas del amor; la pasión desmedida se verá en occidente, no por aquí. Es raro ver a una pareja tomados de las manos, más difícil todavía atraparles dándose un beso en la boca. Es su forma de ser. Pero, me ha pasado varias veces que he visto a una chica pasándole la mano por el culo a su novio; y viceversa. Y de cualquier lado.
Al contrario de la formación católica y protestante de occidente, en esta isla, que solo se parece a sí misma, el sexo ni siquiera entra en el rango de tema de discusión moral, sirve para el placer, la posición social y la responsabilidad social; no es ni pecado ni una ilegialidad.
En 2011 se convocó a una marcha mundial para defender los derechos de opciones sexuales alternativas. En Roma marcharon 200.000 personas, en Nueva York 700.000, casi un millón en Madrid y en Tokio... 2.500.
Y no es que no existan. Se calcula que la 9,2% de la población masculina es homosexual, es decir algo menos que toda la población del Ecuador. Y si se suma gays y lesbianas equivale a la suma de la población de Paraguay y Ecuador (un poquito más de 20 millones de personas).
Es que se protesta de manera masiva cuando se busca alcanzar derechos que no se tiene o cuando esos derechos no se cumplen. La legislación japonesa ni alienta ni prohibe las opciones sexuales y todas las personas tienen la misma condición frente a la ley.
Sin embargo, no se reconoce el matrimonio homosexual, a menos que uno de los dos provenga de un país en el que sí se reconoce la unión legal de dos personas del mismo género. Un japonés no sentirá la repulsa social -que es inexistente- pero puede sufrir algunos obstáculos burocráticos.
Pero ya le encontraron la solución: los padres de uno de los dos adopta al que no es su hijo y de esa manera pueden vivir su amor sin ninguna restricción ni límite. Son innovativos, ¿no?
Pero discriminación como tal no hay porque históricamente siempre ha existido opciones sexuales diferentes a las de occidente. En tiempos pasados, el aprendiz de un samurai era también su amante.
Los monjes budistas han tenido libertad sexual y la han practicado. Son muchas las referencias históricas de los religiosas y sus parejas del mismo género. Esa tradición se traspasó al mundo militar.
El samurai y su aprendiz
Era un honor para un joven ser acogido como aprendiz de un samurai y sucedía con mucha frecuencia que aprendía cómo convertirse en un guerrero integral pero también las artes del amor de manos de su sensei.
Cuando occidente comenzó a ser importante para los japoneses aparecieron ciertos intentos por penalizar las opciones sexuales diferentes a las establecidas como "naturales" por los líderes cristianos y protestantes, pero esos esfuerzos se esfumaron. Para los japoneses ese no es un problema, no está en su cabeza que una relación entre personas del mismo género sea un problema, no está en su cabeza que el sexo deba tener reglas de esa naturaleza. La única norma que, en realidad existe, es la que obliga al consentimiento de las dos partes y que sean mayores de edad.
Y lo último, para ellos las personas no son heterosexuales u homosexuales, los actos son heterosexuales u homosexuales. Las personas siguen siendo todas iguales. Y punto.
¿Que si estoy de acuerdo? Creo en el libre albedrío que Dios nos dio.

Les veo en un rato más.

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