La Conquistadora y sus aventuras en JapĆ³n


Se les extraƱa bastante.
La Conquistadora no se aguantĆ³ las ganas, cargĆ³ sus aperos y se vino llena de ganas a mostrar su historia en el Centro Juvenil de Cultura Latinoamericana.
Gracias a la gentileza de Carmen DĆ­az Olivares, peruana por nacionalidad y por candor, se organizĆ³ una tertulia a la que asistieron japoneses interesados en la literatura hispanoamericana. El tema de la noche fue La Conquistadora y este llamingo llegĆ³ con hartas inquietudes: a pocos se les da la posibilidad de dialogar con un pĆŗblico tan diferente.
Pero se hizo. En el salĆ³n del local, sentados en redondo, el llamingo hablĆ³ de La Conquistadora como si la Sunta estuviera allĆ­, con la pasiĆ³n retenida y desbordĆ”ndose. Luego de "meterles el cuento", se abriĆ³ un espacio para preguntas y respuestas.

Tempus frangere

La referencia previa era que en JapĆ³n se lee mucho. Eso se ve en todas partes. En el metro, en cada vagĆ³n, en el que alcanzan un centenar de apurados asalariados, al menos 20 estĆ”n leyendo. Los editores tienen el ingenio de vender libros que puedan ser manejados con una mano, mientras la otra se sostiene para no caer aparatosamente en el tren o en el bus. En las librerĆ­as hay que abrirse paso con dificultad para alcanzar los estantes deseados.
SĆ­, leen. ¿CuĆ”nto? No me atrevo a decirlo, pero si ustedes insisten... Me libero de responsabilidades: en 2009 se vendieron 1.274'000.000 de libros. Esta industria cultural genera un negocio calculado en USD 2.500'000.000 al aƱo. Equivale a casi cuatro meses de exportaciones de petrĆ³leo del Ecuador.
Probablemente el Ćŗnico producto del que los japoneses tienen un hambre voraz insatisfecha sea la lectura. JapĆ³n es el paĆ­s del mundo donde mĆ”s libros se publican, donde mĆ”s revistas se publican, donde mĆ”s cĆ³mics se publican y donde mĆ”s periĆ³dicos se publican al aƱo. MĆ”s incluso que Estados Unidos o China, paĆ­ses con mucha mĆ”s poblaciĆ³n que JapĆ³n.
Es tan prolĆ­fica la producciĆ³n que cada tres horas aparece un nuevo tĆ­tulo (mĆ”s de 78.000 al aƱo). Existen sobre las 15,482 librerĆ­as en todo el paĆ­s, en las estaciones de metro mĆ”s grandes funcionan aparatos para vender libros al lado de las mĆ”quinas para vender colas en lata, papas fritas y cafĆ© caliente.
Este llamingo, entonces, tenĆ­a dos caminos: o sentirse uno del montĆ³n o asumir la responsabilidad. Desentenderse de las veintena de lectores a los que tenĆ­a a mano o tratar de animarles a que lean a La Conquistadora.

Tempus frangere postrema

Se abriĆ³ el espacio para preguntas y respuestas. Con semejantes antecedentes, las preguntas fueron todas buenas y las respuestas se parecĆ­an al monte de piedad: puro empeƱo. Y los comentarios todos sinceros. "Me llamĆ³ la atenciĆ³n lo que nos dijo, Samaniego san, quisiera leer su novela".
Esto lo dijo una japonesa de mĆ”s de 50 aƱos que no tenĆ­a ningĆŗn reparo en enfrentarse a una obra en un idioma que apenas conoce y cuyas encrucijadas idiomĆ”ticas las resuelve de cualquier manera.
Estaba por ahĆ­ un funcionario de la Toyota, quien se interesĆ³ por la discusiĆ³n eterna del cuidado del medioambiente de la AmazonĆ­a y las reservas petroleras que descansan bajo la selva.
La reuniĆ³n se realizĆ³ en CafĆ© y Libros (en la zona de Meguro). Reiko, una mujer adorable de edad incalculabre adaptĆ³ el lugar para no perder el contacto con el mundo latino, que de alguna manera rozĆ³ gracias a su esposo mexicano, aunque lo mĆ”s cerca que estuvo fue baja California.
Me preguntaron tambiĆ©n si escribirĆ­a sobre el terremoto de JapĆ³n de 2011, me jalaron la lengua sobre algo de la novela en la que estoy trabajando, preguntaron por animales exĆ³ticos, las medidas para sobrevivir a la altura increĆ­ble de los Andes.
Se mostraron siempre interesados por cada palabra y debimos haber intercambiado un par de centenares de venias durante toda la noche.
QuĆ© peso enorme se sintiĆ³ al tener que hablar con transeĆŗntes de la cotidianidad que abrazan con tanto fervor la lectura. QuĆ© responsabilidad. QuĆ© poco pudieron hacer las diferencias culturales, el diferente idioma, que pocos obstĆ”culos existen cuando de por medio hay mentes abiertas y corazones cĆ”lidos. QuĆ© manera de respetar mutuamente las idiosincracias.
A penas lleguen los libros, estos japoneses los tendrƔn en sus manos. ComenzarƔ la labor de parto, ese perƭodo que media entre la entrega el libro y la crƭtica. El parto de los montes, seguro que sƭ. Al final llegarƔ el momento de escuchar lo que piensan sobre la novela. Y sucederƔ. Aquƭ sƭ.

Entonces... quedamos de amigos.

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