“La nieve es un poema. Un poema de resplandeciente blancura”


 

Yuko Akita tenía dos pasiones.

El haiku y la nieve.

El haiku es un género literario japonés. Es un breve poema compuesto por tres versos y diecisiete sílabas. Ni una más.

La nieve es un poema. Un poema que cae de las nubes en copos blancos y livianos. Ese poema viene de la boca del cielo, de la mano de Dios. Tiene un nombre. Un nombre de resplandeciente blancura. Nieve. 

La nieve posee cinco características principales.

Es blanca.

Hiela la naturaleza y la protege.

Se transforma continuamente.

Es una superficie resbaladiza.

Se convierte en agua.

Cuando se lo comentó a su padre, éste no vio en ello más que aspectos negativos, como si la extraña pasión de su hijo por la nieve hiciese a sus ojos más aterradora aún la estación invernal.

Es blanca. Por lo tanto es invisible y no merece existir.

Hiela la naturaleza y la protege. ¿Quién es esa orgullosa para pretender convertir el mundo en estatua?

Se transforma continuamente. Luego no es de fiar.

Es una superficie resbaladiza. Así que ¿quién puede disfrutar resbalando en la nieve?

Se convierte en agua. Lo hace para inundarnos más en la época de deshielo.

Yuko, en cambio, veía en su compañera cinco cualidades distintas, que eran un puro deleite para su talento artístico.

Es blanca. Luego es una poesía. Una poesía de gran pureza.

Hiela la naturaleza y la protege. Luego es una pintura. La pintura más delicada del invierno.

Se transforma continuamente. Luego es una caligrafía. Existen diez mil modos distintos de escribir la palabra nieve.

Es una superficie resbaladiza. Luego es una danza. En la nieve, todo hombre puede creerse funámbulo.

Se convierte en agua. Luego es una música. En primavera, troca los ríos y torrentes en sinfonías de notas blancas.

- ¿Todo eso es para ti la nieve? – preguntó el sacerdote.

- Representa mucho más aún.

Aquella noche el padre de Yuko Akita comprendió que el haiku no bastaría para colmar los ojos de su hijo con la belleza de la nieve. 

Capítulos 1 y 7.


Anoche, por primera vez en mi vida vi nevar. Ayer, por primera vez en mi vida entendí que no soy capaz de escribir un haiku. Hoy, con el sol perdiendo la batalla contra el hielo, sentí que los haiku y la nieve son sinónimos.
Me siento atrapado por el encanto.

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