Japón busca un equilibrio militar regional

Un afectuoso saludo, vengan y miremos juntos lo que pasa en la política japonesa.

A los japoneses les cuesta recordar cuándo fue la última vez que un hombre se inmoló para protestar por una decisión adoptada por el gobierno. Menos aún en este país donde la mayoría de la población es bastante apática y poco activa en política.
Sucedió hace pocos días, en un puente para viandantes frente a la estación de metro de Shinjuku, la más grande de Tokio. Un hombre de más de 50 años se prendió fuego luego de declarar por la amplificación de un megáfono que aprobar una interpretación de la Constitución nipona para armar al país es un error letal; el ciudadano no encontró una justificación para abrir una ventana frente a un espectro diferente en cuanto a la seguridad del archipiélago.

Este es probablemente el mayor sacudón político de los últimos diez años y forma parte de una estrategia mucho más profunda que lidera el Primer Ministro, Shinzo Abe. Es hijo de un político tradicional, estudió política en Japón y Estados Unidos y fue Primer Ministro, en un primer mandato, en 2007.
El Primer Ministro Shinzo Abe en el santuario de Yasukuni


En este segundo período ha abierto dos frentes fundamentales y ambos han sido transformadores: “Abenomics”, una gran reforma que pretende inyectar oxígeno a la economía para que salga de un largo letargo. La segunda, buscar la manera de que el país tenga una posición más activa en el mapa de estrategia de defensa del Asia del Este.
Si bien el primer frente generó resultados importantes y, efectivamente, hay señales de una nueva dinámica económica, el segundo ha originados protestas y desmanes a los que los japoneses no están acostumbrados: es la superdelicada modificación del artículo de la Constitución que prohibe a Japón tener un ejército.
El antecedente es necesario: la Constitución vigente de Japón fue redactada y aprobada sobre los escombros de dos bombas atómicas y además con una pistola puesta en la cabeza por fuerzas de ocupación de los países aliados. De hecho, fue dictada por Douglas MacArthur, Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en el Frente del Pacífico del Sur durante la II Guerra Mundial; un militar dando clases de democracia es una paradoja grotesca.
El artículo 9 de la carta política es la consecuencia de medio siglo de acciones expansionistas del Imperio japonés, de la aparatosa derrota y de la consiguiente declaración de que, a partir de entonces y hacia el futuro, será un país de paz.
Japón había invadido Corea, China, Mongolia y otros lares cercanos; fueron ocupados, según declaran, con notable violencia. Expandirse fue la solución que el país encontró a necesidades específicas y a un momento política completo, algunos de cuyos detalles se relatan en el artículo, también publicado aquí, “La ruta pedregosa de Shinzo Abe”.
Yasukuni-jinja es un templo muy famoso para los japoneses. Allí están sepultados los restos de quienes ellos consideran sus héroes de guerra. Sin embargo, para Seúl y Pekín quienes allí descansan son criminales de guerra, protagonistas de historias desgarradoras durante las invasiones de inicios del siglo XX.
Todo los años, durante la fiesta de Bon, muchos japoneses asisten para rendir sus tributos a quienes están enterrados. Generalmente un par de autoridades gubernamentales y representantes de la Dieta (el parlamento japonés) habían asistido con la misma intención e invariablemente los ministerios de asuntos exteriores de Corea y China habían expresado formalmente su protesta por este hecho. La fiesta, los asistentes y las protestas han llegado a ser tan comunes como la cotidianidad.
Pero en 2013 quien asistió fue Shinzo Abe, el Primer Ministro. Esa presencia llamó la atención a los nipones y duplicó las protestas de chinos y coreanos. Entre líneas estaba escrito, ahora es seguro, un mensaje que decía que estaban sucediendo cambios.
El año 2014 ha sido de conflictos y enfrentamientos, de negociaciones y concesiones, muchas estrategias se están ejecutando y una en particular: Abe y su gabinete resolvieron darle un nuevo papel a Japón dentro del escenario de seguridad de la región.
Muchos pensaron que el Primer Ministro tenía un solo camino, buscar una reforma al artículo 9 de la Constitución. El texto es el siguiente: “Aspirando sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden, el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio de solución en disputas internacionales. (2) Con el objeto de llevar a cabo el deseo expresado en el párrafo precedente, no se mantendrán en lo sucesivo fuerzas de tierra, mar o aire como tampoco otro potencial bélico. El derecho de beligerancia del estado no será reconocido”. Así fue promulgada en 1945.

Japonés vestido con el uniforme de gala de la II Guerra Mundial
Es interesante tener en cuenta la velocidad de sucesión de los primeros ministros en Japón (lo cual también es una lección de cómo organizar un Estado para que un cambio de mando no modifique el ritmo de trabajo del sector público). En promedio han durado un año y medio.
Luego, Shinzo Abe habrá calculado que lo que hiciera debía suceder rápido.
Se estima que una reforma constitucional puede tomar años y debe terminar en un plebiscito y en la votación favorable de las dos terceras partes de los miembros de la Dieta. Muy lento y sobre todo era muy probable que no hubiera alcanzado a recolectar los votos necesarios.
Abe encontró otro camino: el de la interpretación de la Constitución. Debía volver a utilizar un atajo que ya se había usado antes.
“La Constitución establece la renuncia a la guerra, pero no la renuncia a luchar para la defensa propia”. “Impedir un ataque armado en caso de que tal acción sea conducida por otro país no es otra cosa que legítima defensa”. Esa fue la respuesta que dio la Agencia de Defensa como argumento frente a una interpelación en la Cámara Baja de la Dieta, en 1954.
A partir de la constitución de 1945 Japón tiene una Fuerza de Autodefensa y no un ejército (con cerca de 400 aviones de combate, una flota naval de cerca de 50 naos y unos 250.000 soldados, para citar tres datos) que ha entrenado y armado para defender el país de algún ataque extranjero; nunca se ha usado al autodefensa desde su creación.
Luego, se hicieron otras dos interpretaciones: en la primera, de 1981, se aclaró que el derecho de autodefensa “…se limita exclusivamente a los casos en que queden afectados de forma radical el derecho de los japoneses a la vida, a la libertad y a la búsqueda de su felicidad”.
Entre paréntesis, se entiende ahora por qué Abe trabajó con tanta velocidad en un paso previo que debía dar antes de actuar con la interpretación constitucional: logró que la Dieta apruebe una ley a través de la cual está prohibido difundir información que haya sido previamente declarada como reservada.
Pero ni en esta interpretación ni en una posterior se consideró la posibilidad de la defensa colectiva. Shinzo Abe y su gabinete entendieron otra cosa. Luego de más de un mes de negociaciones con Nuevo Komeito, un partido que representa a una secta ultra conservadora que genera dudas entre la población, con el cual ha pactado el Partido Liberal Demócrata, de tinte nacionalista, se logró una mayoría que servirá para que la Dieta ratifique la validez y la vigencia de la interpretación que ha levantado tanta polvareda y que depende de una palabra: colectivo.
La interpretación dice que Japón podrá ejercer el derecho de auto-defensa colectiva, si “la existencia del país se ve amenazada y existe un claro peligro de que se vean anulados los derechos del pueblo a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.
La autodefensa colectiva es un derecho internacional y significa, por ejemplo, dar asistencia militar a aliados sin son atacados. O, también, permitir la participación de Japón en operaciones de seguridad de Naciones Unidas.
El propio Primer Ministro explicó que hasta antes de esta reinterpretación las Fuerzas de Autodefensa no podían proteger a un barco con bandera estadounidense que transportase a japoneses que residieran en un país extranjero que viviera un conflicto armado. Y va más allá, tampoco podrían rescatar a soldados japoneses que estuvieran participando en una operación como cascos azules.
Como no podía ser de otra manera, la prensa internacional prendió los fuegos pirotécnicos y comenzó a calcular ganancias que les reportaría un aumento de circulación gracias a una interpretación rápida y fuera de contexto: ¡Japón quiere guerra!
La mayoría reprodujo una noticia de una agencia internacional que afirmó que entre el 60 y el 65 % de japoneses no estaban de acuerdo. El diario local Nikkei sostiene que el porcentaje de oposición es del 49 % mientras que el de apoyo es del 38 %.
Y no se diga fuera del Japón. El diario Global Times escribió hace poco que “la mayor amenaza a la seguridad y la paz en China y Asia no proviene de Estados Unidos, sino de Japón y resalta que durante la Segunda Guerra Mundial, Japón invadió la mayoría de países asiáticos, provocando millones de muertos”.
Días después, hubo de producirse una acción diplomática del Secretario del Gabinete, Yoshihide Suga, quien protestó ante China por lo aparecido en el Chongqing Youth News, diario que publicó a doble página, en el clímax del paroxismo, un mapa de Japón con dibujos de hongos sobre Hiroshima y Nagasaki, con la leyenda “Japón quiere guerra de nuevo”.
El Panel Consultivo sobre la Reconstrucción de los Fundamentos Legales para la Seguridad, cuya voz es la principal opinión independiente del Japón, emitió un informe, que no fue acatado en su totalidad por el Primer Ministro Abe.
En el informe se aportan los ejemplos de los problemas de los misiles y del desarrollo nuclear de Corea del Norte, así como de la situación en los mares de la China Oriental y de la China Meridional para ilustrar las transformaciones que está sufriendo el entorno defensivo de Japón. Este puede ser un punto clave, la mutación del entorno regional y las nuevas necesidades de seguridad, siempre tomando en cuenta que el aliado principal de Japón, en temas militares, es Estados Unidos, país que le ofreció defenderle de cualquier amenaza a su seguridad (es difícil responder si ahora Estados Unidos defenderá a su socio de un rival tan grande como China).
Un informe preliminar advierte de cuatro tipos de caso en los que se aplica la autodefensa colectiva: protección de un buque estadounidense en aguas internacionales; interceptación de un misil balístico que podría dirigirse a Estados Unidos; uso de armas en actividades de paz internacionales; y, apoyo en retaguardia a las tropas de otros países que participen junto a Japón en operaciones de los cascos azules de la ONU u otras actividades.
Los expertos consideran que hay otros seis contra los que Japón podría actuar gracias a la interpretación constitucional: 1) Inspecciones de buques cuando haya ocurrido un incidente en las proximidades de Japón y acciones para repeler ataques contra buques estadounidenses; 2) ayuda a Estados Unidos si sufre un ataque armado; 3) desminado en zonas marítimas de alto interés para la navegación japonesa; 4) participación en operaciones de la ONU; 5) respuesta a submarinos extranjeros que prolonguen sus movimientos en aguas territoriales japonesas; y, 6) respuesta de acciones ilegales contra embarcaciones o civiles por parte de grupos armados dentro del espacio marítimo o en islas apartadas en las que resulte difícil una acción efectiva del Servicio de Guardacostas.
Abe ha defendido la necesidad de convertir a Japón en un actor “más proactivo” en materia de seguridad dentro de la comunidad internacional y también ha insistido en otorgar a las Fuerzas de Autodefensa un papel más enérgico ante el avance de China en la región y las amenazas de Corea de Norte.
Está claro que las relaciones con los vecinos no es la de un grupo de amigos en un paseo de domingo, a pesar de la fuerte interdependencia económicamente. En términos de geopolítica no solamente es importante el nivel de intercambio comercial sino la dimensión general.
La suma del Producto Interno Bruto de Japón, Corea del Sur y China, en 2012, es el 20 por ciento del total mundial y alcanza al 70 por ciento del de Asia. China es la segunda economía más grande del mundo, después de Estados Unidos, y Japón la tercera. Ese es el panorama económico de esta área de mucho intercambio y poca amistad, una Indescifrable vecindad.
En esa línea, China condenó la decisión del gabinete del gobierno porque considera que se está tratando de terminar con el carácter pacifista de la Constitución y que se puede afectar la soberanía china, y la paz y la estabilidad regional. “China urge a Japón a que respete las preocupaciones de sus vecinos por su seguridad y maneje el asunto con prudencia”, señaló en rueda de prensa el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino Hong Lei.
Sin embargo, el Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz de Estocolmo ha afirmado que “El significativo incremento del presupuesto militar en Asia es el resultado del crecimiento económico de China y de sus ambiciones de poder y Pekín quiere estar listo para contrastar de manera eficaz cualquier intervención de Estados Unidos en disputas territoriales que involucren a sus vecinos, como por ejemplo Taiwán”.
Según cálculos del instituto, China tuvo una cuenta de gastos militares en 2013 de USD 188.000 millones. Mientras tanto, Corea del Sur usó USD 33.000 millones y Japón USD 48.000 millones.
Otro dato interesante es el informe sobre la defensa nacional de 2013 publicado por el Gobierno de Taipei que confirma parte de las tesis de este organismo cuando las propias autoridades taiwanesas subrayan el constante crecimiento de la fuerza china con respecto a la de EE.UU. y alertan de que en 2020 Pekín podría ser capaz de invadir y ocupar la isla.
Hay quienes dicen que por ahora este cuadrado, cuyos vértices son las dos Corea, China y Japón, es la que puede provocar un conflicto a gran escala. Pero, desde otro punto de vista, también puede ser que el ecosistema geopolítico sea ese, que el estado de enfrentamiento político y cooperación económica sea el apropiado, el natural, el que hay que sostener.
Hasta el momento, el Gobierno de Japón ha reiterado que para que el ejercicio del derecho a la defensa fuese legítimo era imprescindible que se hubiera producido una violación o contravención inminente e ilícita contra Japón, que no existiera otro medio apropiado para hacerle frente y que, además, se restringiera el ejercicio de la fuerza a su mínimo necesario.
Japón no ha cambiado durante todos estos años su postura de que el derecho a la defensa colectiva no podía ser ejercido al no advertirse “violación o contravención inminente e ilícita”, dice el Panel Consultivo sobre la Reconstrucción de los Fundamentos Legales para la Seguridad del Japón.
Shinzo Abe ha dicho que "Japón necesita un marco legal sin fisuras para hacer frente a las amenazas a su seguridad", durante una rueda de prensa en la que insistió en que, a pesar de la reinterpretación del texto, el país "mantendrá su estatus pacifista".
Para hacer efectiva la medida, el Parlamento nipón deberá dar también el visto bueno y, aunque las fuerzas gobernantes ostentan mayoría, no se descarta que a la cláusula se le impongan algunas restricciones más antes de su ratificación definitiva; será de trámite, la mayoría está armada.
¿Deja Japón de ser pacifista por causa de la reforma? La interpretación no es de por sí militarista, puede ser que en el futuro no se utilice esta interpretación y que la idea sea tomar una posición disuasiva.
Ya se despejará el panorama, pero mientras tanto, el único país del mundo que declara estar en contra de la beligerancia como vía para solucionar disputas ha dejado que una sombra se pose sobre él.

Este camino ha sido largo, complejo es el problema. Hasta pronto, son muy generosos de venir a visitar esta que es su casa.

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