Eduardo Mendoza: "Soy más bien tímido, solitario y silencioso"

Buenas con todos. Estas son buenas noticias:

El Instituto Cervantes de Tokio invitó a Eduardo Mendoza a experimentar el regreso: volver a un país que le había fascinado hace más de treinta años para que ponga a prueba la permanencia de la fascinación.
La sede de Rokubancho fue el centro la atención de las expresiones de uno de los más importantes escritores de España. Ha publicado dieciocho novelas y ha recogido once premios, cuatro películas fueron llevadas al cine. "La ciudad de los prodigios" es su obra cumbre.
Llamingo-san pudo conversar con el escritor y asistir a una de sus conferencias. La que sigue es la transcripción textual de la entrevista concedida el día 4 de abril. 

Eduardo Mendoza, durante la entrevista en el Instituto Cervantes de Tokio. Foto de Álvaro Samaniego

Eduardo Mendoza: Yo estuve en Japón la primera vez hace 34 años y era un Japón completamente distinto, pero al mismo tiempo invariable, como es Japón. Estuve bastante tiempo. En aquel momento Japón era un país desconocido para los occidentales, nadie había probado la cocina japonesa, no sabían lo que era sushi, sashimi, la idea de comer pescado crudo parecía una cosa bárbara y yo llegué a este país donde todo era nuevo y era exótico. Me quedé muy impresionado y estudié mucho y luego las cosas pasan.
Sobre todo Tokio, tan deslumbrante, no lo había visto.
 

Llamingo-san: Jorge Luis Borges escribió que se había sentido un bárbaro en el Japón, que era un país de una complejidad que no alcanzaba a entender (el artículo sobre Borges en Japón se puede consultar aquí). 
Eduardo Mendoza: Lo que me fascinó del Japón, aparte de sus costumbres, del arte, es que pone en cuestión todo lo que uno considera natural, uno cree que no hay más forma de organización social que la que conoce, que puede ir bien o puede ir mal, pero es la única que hay. Y los japoneses lo ponen todo patas arriba, funcionan de otra manera, se mueven con otros parámetros y eso para una persona curiosa de su historia, todos estos contrastes, este enorme misterio entre este Japón tan correcto, tan suave, tan estricto y saber que es capaz de una violencia tan extrema, todo eso le deja a uno muy desconcertado. Cosa que no ocurre, yo creo, en ninguna otra cultura, por más diferente que sea. He estado en África, en tribus y al cabo de cinco minutos uno ve que puede entenderse para siempre, porque son exactamente iguales, tienen los mismos problemas, hablan de lo mismo, se pelean con su mujer, les gusta el fútbol, son colegas puestos en otros sitios y en otro vestido y los japoneses no, los japoneses son los únicos que presentan una imagen opaca y eso es un desafío.

Llamingo-san: En la portada de su último libro está la figura del maneki neko, el gato de la fortuna asiático. ¿Tiene alguna relación con lo que me está contando? 
Foto: Paulina Jiménez

Eduardo Mendoza: En este último libro hay una presencia muy fuerte del comercio chino, que está invadiendo España. Por una parte está el bazar donde venden de todo, a unos precios extraordinariamente bajos; por otra parte, uno va a cualquier sitio y descubre que en una taberna irlandesa todos son chinos y un restaurante gallego son chinos y a eso hace referencia.



Llamingo-san: He leído que no le gustaban las entrevistas. ¿Sigue sin gustarle?
Eduardo Mendoza: Soy más bien tímido, solitario y silencioso y las tres cosas no son adecuadas para el entusiasmo de las entrevistas. Me parecen no es un elemento ajeno impuesto desde fuera a mi trabajo, sino parte de mi trabajo. Un libro no es escribir unas páginas sino muchas cosas más.

Llamingo-san: Parecería ser que Arturo Pérez Reverte encontró el mecanismo perfecto para las personas que prefieren estar solas, que es hablar, hacer literatura y de alguna manera dar opiniones a través de Twitter, de las redes sociales. 
Eduardo Mendoza: Yo creo que Arturo pertenece a otra generación, no he entrado nunca, no distingo Face Book de Twitter, no tengo una página. Utilizo el iPhone, el iPad, todas las aplicaciones, pero en cambio no he entrado nunca en las redes sociales. Tengo un rechazo porque precisamente me parece que es convertirse en algo público, quizás uno se ahorra la presencia física pero a mí me gustaría el anonimato. Lo que me molesta no es estar con una persona, es contarlo.

Llamingo-san: En su obra literaria se distingue mucho el humor, de hecho usted ha dicho que el humor es el hijo travieso de la familia de la literatura. Me intriga saber si cuando escribe se ríe.
Eduardo Mendoza: Cuando escribo no, cuando se me ocurren las ideas sí. A veces voy pensando qué podría pasar ahora o se me ocurre un disparate muy grande o una frase que no tiene ningún sentido y eso sí me hace reír. Luego a la hora de trasladarlo a la escritura ahí me río muy poco porque el humor requiere un mecanismo muy exacto. No se puede quedar corto porque no se entiende ni pasarse porque se pierde el humor. Hay que calcular muy bien el ritmo, el silencio, y ahí no me río.

Llamingo-san: Es cuando la diversión no es divertida. 
Eduardo Mendoza: Esa es la parte de pintar o esculpir. Pero sí me río cuando se me ocurren las ideas.

Llamingo-san:¿Corre mucha sangre cuando corrige sus obras, es muy severo? 
Eduardo Mendoza: Hay verdaderas masacres. He escrito novelas que generalmente se me van de las manos y cuando las termino tienen mil doscientas páginas y de eso han de quedar doscientos cincuenta y ahí sí que no tengo piedad, pongo la guillotina y van pasando una a una. Y las de humor mucho más, porque yo creo que es mejor suprimir algo valioso que permitir que algo que no tenga valor se quede, no tengo ningún reparo. Pienso que ya lo utilizaré otra vez, luego no lo utilizo, este es un mecanismo de consolación. Pero soy despiadado, sí.
Edición japonesa de "La ciudad de los prodigios"
Llamingo-san: Dieciocho novelas, once premios, según mi registro. ¿Este peso le cambia la manera de escribir? 
Eduardo Mendoza: El ir escribiendo cambia la manera de escribir, no es lo mismo la primera novela que la segunda, ahí es donde se produce el gran conflicto, luego viene la tercera. Luego continuamente el hecho de haber escrito una cosa condiciona, salvo que uno esté dispuesto a repetirse al infinitum, que no me parece un mal sistema y los grandes clásicos es lo que hacían. Hay que procurar ser original cada vez, cada libro forzosamente condiciona el siguiente. Y luego está, no tanto los premios como el hecho de tener un público más o menos fiel, que más o menos voy conociendo porque he tenido mucho contacto, que puedo calcular en número y que es bastante numeroso afortunadamente, eso no me cambia la escritura pero sí cambia mi actitud, yo sé que estoy hablando a... Claro, no es lo mismo hablar en privado, que hablar en un teatro que hablar en un estadio de fútbol y eso inevitablemente cambia la actitud. 

Llamingo-san:¿Cree que habrá más de la saga del detective sin nombre y la pregunta que debe ser más frecuente es si le va a poner nombre al detective? 
Eduardo Mendoza: Lo segundo lo contesto muy rápidamente: nunca. Lo primero también lo contesto rápidamente: no lo sé. Nunca he previsto una zaga, del primero al segundo sí lo hice de una manera consciente, quise ver si podía comenzar un detective de serie. El segundo me sirvió para ver que no me interesaba escribir una serie con detective a la manera normal, este personaje que siempre hace lo mismo, eso no me interesaba. Entonces pasaron catorce años hasta que volví a resucitar al personaje, porque me sirve para hacer un apunte rápido del presente. Luego pasaron cinco años más y ha vuelto salir ahora. No creo que vuelva a salir en breve porque no quiero abusar de una cosa cuyo efecto solo funciona poco y de vez en cuando, como algunos platos de cocina que solo son buenos si se toman una vez al año pero si se tomaran cada semana uno los aborrecería. 

Llamingo-san: ¿Le ha sentido mejor a Barcelona? He leído que le sentía una ciudad un poco triste, un poco caída.
 Eduardo Mendoza: Ahora lo está, sí. Es contradictorio, desde fuera parece una ciudad abierta, alegre, divertida, porque realmente se ha convertido de una ciudad industrial, incluso de servicios, a una ciudad de ocio, de ocio cultural, de playa, gastronomía, tiendas, y parece una ciudad alegre. Pero yo creo que quienes vivimos en Barcelona estamos pasando por una etapa de desencanto y de incerteza. Eso es común a la mayoría de las ciudades del mundo occidental, que se encuentra ante una decadencia como si hubieran agotado todo el proyecto, pero eso puede ser que se solucione el año que viene, no se sabe nunca cuando vendrá un renacimiento o una revolución. De momento, sí, estamos pasando por una etapa de convalecencia.

Esa fue la entrevista. En algún momento intentaré compartir con ustedes algunos pensamientos expresados durante la conferencia posterior.

Les veo pronto.

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