La culpa es de las letras
Les saludo con novedades:
Desde que llegué a Japón, como a cualquier mortal, me llamó la atención el uso de ciertas palabras que para nosotros son non-sanctas o, en su defecto, nadie en su sano juicio en el occidente hispanoparlante las usaría para ciertos efectos.
Quería hacer un análisis lingüístico sesudo pero con lo que vi ahora ya no me aguanté las ganas y decidí compartirlo con ustedes. Esto es, en realidad, son los ejemplos de cosas que nosotros-nunca-haríamos.
Ahora, la idea de mezclar pan con fideos solo es filosóficamente aceptable cuando un pan de agua es útil para empujar una pasta al dente bañada en cuatro quesos. Cualquier otra combinación es pecaminosa. Nefasta.
Lo otro, en Japón hay miles de tiendas de ananayes, baratijas, adornos, gadgets o como los quieran llamar, esas cosas baratas que no sirven para nada. Había protectores para celulares y nos llamó la atención uno bien simpáctico, con forma de un pingüino. Y a su lado está una pingüino (la Real Academia Española no establece diferencia de género). Los de mercadeo, con mucho acierto, trabajaron en la marca y les bautizaron Pingu y Pinga.
¡Pinga! Me imagino la publicidad: "Proteja su aparato con Pinga", o bien "Su pinga siempre le defenderá en caso de caídas". Bueno, allá ustedes con su imaginación, yo ya aporté con lo mío.
Y bueno, hablando de autos, desembocamos en el premio mayor a la malacrianza pública. Le tenía que pasar a Mazda. No sé cuánto habrá buscado el funcionario encargado de bautizaron los modelos, no sé si sabrá que existe algo llamado Google, pero le pegó centro: Mazda Laputa.
Dicho lo cual me despido, me subo a Laputa y me voy. Suerte a todos.
jajaja, buenazo!!
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