Un jabalí de tierra blanca: 2019

Me da gusto verles, tenemos nuevo año a las puertas. Todo final es un inicio, vengan a ver qué paisaje se ve en el horizonte.

Para un japonés promedio es normal creer –tanto como confiar- en fuerzas que no son tangibles. Son supersticiosos, de hecho buena parte de los ingresos para mantener los templos y santuarios provienen de la compra de amuletos.
Las más comunes solicitudes de apoyo a estas otras fuerzas pueden concluirse de los amuletos que más se venden: prosperidad en el trabajo, resolver con buenas notas los exámenes, andar con seguridad por calles y autopistas; obviamente, salud.
Pero, en las conversaciones cotidianas proyectan la idea de que estos son simbolismos a través de los cuales se atan a su religiosidad, provocan encuentros con las bendiciones de sus dioses.
Algo similar sucede con el Año Nuevo, que es la festividad que con más fervor celebran y que ha logrado una mixtura única entre el sistema de creencias del archipiélago y los usos religiosos importados de China.
En resumen, 2019 es para los japoneses el año del jabalí, tiene como elemento la tierra, influenciado por la polaridad yin, ocupará el área de Tierra Blanca. Enseguida está el detalle.
Las historias populares dicen que el Emperador de Jade, uno de los más destacados dioses del panteón que rige la religión Tao, invitó a los animales a una cena. Llegaron doce y el último fue el cerdo (el jabalí, para los japoneses). Designó a cada uno de ellos un año y conformó así el horóscopo que da la vuelta completa cada 12 años.
Cada animal, de acuerdo a su posición en el calendario, está amparado por cada uno de los cinco elementos: aire y agua juntos, madera, fuego, tierra y metal.
Pero, además, cada uno tiene una polaridad específica, en el conocimiento de que el mundo está construido por opuestos complementarios: yin y yang (lo femenino y lo masculino, el día y la noche, el frío y el calor).
Del año del jabalí, que inicia el 5 de febrero, según el calendario gregoriano, invita a relajarse para disfrutar la sensación de final del camino, de haber recorrido, durante los últimos doce años, una ruta con sus recodos serenos y sus sobresaltos.
Hay un ambiente relajado y hasta festivo pero también queda la advertencia de no dejarse marear por este elixir. De hecho, mantener la cabeza fría, los sentidos despiertos y el alma transparente para aprovechar mejor las oportunidades. Hay que propender a sostenerse del efecto estabilizador y la posibilidad de fijar las energía que permite la combinación de la tierra y el yin.
Para los asiáticos, el final de ciclo es época propicia para evaluaciones y propuestas, mucho más logradas en vista de que esto sucede cada doce años (y no cada doce meses, como en occidente).
El jabalí tiene humor, es razonable y robusto, conquista los objetivos que se propone porque mira con ojos estratégicos el devenir. Los elementos aportan con organización y disponibilidad, además de flexibilidad, modestia e intuición.
Japón, en cambio, ha cuidado la tradición de su horóscopo, llamado Kyu Sei Ki Gaku (o la energía vital de las nueve estrellas). Por ello se determinaron nueve áreas, un color y un elemento natural, como se aclara en la siguiente imagen:
 

Pues bien, a relajarse, pero no tanto. A pensar en estos símbolos como un vínculo con fuerzas superiores que los humanos poco entendemos. A hacer del año de la Tierra Blanca una experiencia vital.
Se ha puesto muy intensa en redes una lista de la buena suerte que produjo algún japonés. Se debe buscar en esa lista el mes y el día del nacimiento y se obtendrá un número. Mientras más cerca esté de 1 será el 2019 un año más afortunado. Si quiere y cree puede encontrar esta prueba siguiendo este enlace.
Como un comentario adicional, este es el último año de la era dominada por el emperador Akihito (año 31). A partir de su abdicación en abril y de la asunción al trono del crisantemo del príncipe heredero Naruhito el calendario japonés se pondrá en cero (los detalles los puede leer aquí).


Será hasta muy pronto.

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