De Jimmu a Naruhito

Hola, les doy la bienvenida. El año 2019 es muy importante para Japón y les voy a contar todo lo que va a suceder, para que estén preparados.

Japón lleva su propio conteo del tiempo. No ha dejado de hacerlo para mudarse a la norma internacional, es decir, en el momento que se publica este artículo es 2018, como en el resto del mundo.
Pero, para fines oficiales, desde hace siglos se cuenta los años desde el momento de entronización del emperador regente. Para ser más claro, cuando es coronado un nuevo emperador el tiempo vuelve a cero. Este mismo 2018, es el año 30 del reinado del emperador Akihito.
Hay que decir, además, que el emperador asume un nombre diferente por el que será recordado: Akihito escogió, y la historia mencionará esta época, el nombre Heisei (que significa “paz en todas partes”). Luego, el año en que habrá una renovación imperial será el 30 de la era Heisei (2019).
Salvada esta aclaración, también habrá un juego con el tiempo cuando el actual emperador cumpla el anuncio de abdicar; el momento en que deje el Trono del Crisantemo habrá terminado sus funciones el centésimo vigésimo quinto emperador, en la sucesión real más antigua y sólida de la historia de este planeta azul.
En Japón es un suceso sin precedentes. El Emperador es un ser especial, fundamental para la cotidianidad del archipiélago sin importar si existe un marco legal que ampare tal preeminencia.
Probablemente sucederá algo similar a lo que pasó cuando fue coronado Akihito: asistieron unos 150 jefes de Estado y de Gobierno y más de 2.000 invitados especiales, en una serie de eventos que se alargaron algunos días.
En un acuerdo nacional, se han establecido los siguientes hitos: Akihito abdicará el 30 de abril, el primero de enero asumirá el trono su hijo mayor, el principie heredero Naruhito, y la coronación se producirá en octubre, seis meses después.
Akihito, aquejado por enfermedades que han menguado su capacidad de gobernar, mudará su residencia al Palacio de Akasaka, donde viven actualmente sus hijos. La imponente edificación cambiará el nombre a Palacio Imperial de Sento para acoger al nuevo inquilino.
Akihito es el hijo de Hiroito, emperador que apoyo el expansionismo japonés de inicios del siglo XX, provocó que su país se convierta en un aliado de los nazis, soportó la ocupación estadounidense y empujó el llamado “milagro japonés”, una recuperación inusualmente sólida y rápida que convirtió al Japón de un país asolado por los bombardeos –en la II Guerra- en la segunda más grande economía del mundo.
Akihito impuso un espíritu diferente a su reinado y lo mismo se espera de Naruhito. Este proceso no estuvo exento de sobresaltos, debido a una legislación sobre la sucesión imperial que impuso el general MacArthur cuando Estados Unidos intervino en la redacción de la Constitución japonesa.
Desde entonces, los miembros de la familia imperial se restringieron a los descendientes del emperador Taisho y fueron eliminadas 11 ramas que tenían derechos dinásticos. Hoy, de 19 miembros de la familia imperial cinco son hombres: Akihito, un hermano suyo, sus dos hijos y un nieto de 11 años.
No siempre el solio ha sido ocupado por varones, de hecho la historia tiene acuñados los nombre de 117 emperadores y ocho emperatrices. Esta ha sido una discusión secular y actualmente los japoneses más conservadores no se imaginan una alternativa diferente a la del emperador masculino.
Esta discusión subió de temperatura hace poco más de una década cuando no había en la dinastía un heredero que recibiera el trono luego del príncipe Naruhito. Hasta que nació Hisaito, como se nota en la siguiente referencia.


La discusión nacional sobre la limitación imperial a favor de los varones no ha terminado pero, fieles al espíritu japonés, seguirá a su propio ritmo, sin presiones ni apuros.

Pero bien, la abdicación de Akihito es la primera en 200 años. La ceremonia de entronización de Naruhito será, con seguridad, la misma que se ha seguido por más de mil años, durará 30 minutos exactos. Será la primera vez en la era moderna que la sucesión se produzca con los dos mandatarios presentes.
En occidente suele destaparse pensamientos negativos con respecto a la familia real japonesa, porque se mide su realidad con la misma regla que a la realeza europea, envuelta en escándalos y perseguida por una prensa carnívora.
Japón no es un país en el que la prensa tiene especial interés por los escándalos de palacio, porque en la familia real japonesa casi no hay escándalos y porque a la opinión publica no le interesa denostar a sus gobernantes, a quienes los considera, de buena manera, descendientes de los dioses (de hecho, el Emperador tiene la más alta jerarquía de la religión sintoísta).
Todavía hoy para los japoneses su Emperador está en un nivel diferente del resto de lo terreno. A pesar de que legalmente no tiene funciones prácticas, ninguna decisión gubernamental trascendente se toma sin su opinión.
¿Que si la realeza es un lunar de una estructura social anquilosada? Las encuestas en Japón son abrumadoramente positivas a favor de la permanencia del emperador porque aún ahora actúa como un descendiente director de los dioses, aún ahora debe ganarse esa posición con esfuerzo.

Y bien, queda suelto un nombre: Jimmu. Fue el primer emperador del Japón y su nombre consta en escritos que muchos consideran ficticios, pero se considera al primero en ocupar el Trono del Crisantemo. Tan humano como divino.
Estar en Japón sirve para entender un poco mejor que no todas las coronas están cubiertas de un glamour banal ni todos los tronos significan privilegios desmedidos. Estoy con ustedes muy pronto.

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