Shigeru Ban y sus artificios de innovación y solidaridad

Me encanta encontrarme con ustedes. Lo que pongo en sus manos ahora es un artículo que fue publicado por la Revista MundoDiners, de Ecuador, el pasado mes de julio de este 2015. Todo partió de un encuentro en el que, extrañamente, participé como camarógrafo para apoyar a la Embajada del Ecuador en Japón. Pero mis anécdotas están para otros espacios, porque hoy es el turno de Ban.


Shigeru Ban, en su estudio

Shigeru Ban recibe de regalo un sombrero de paja toquilla. Suceden dos hechos: uno ordinario: toca, toca, retoca y manipula la fibra de toquilla con cierta fascinación; el siguiente es un hecho extraordinario, que es visible para quienes están alrededor suyo: las ideas se proyectan desde su mente como hologramas, casi se pueden tocar las aplicaciones que el arquitecto imagina para esa fibra.
Materiales, cosas con qué construir, objetos que se transforman. Ban (Tokio, 1957) disfruta tanto de los materiales que parece que los invita a jugar. Pero la diversión es una trampa para someterlos a pruebas severas: necesita saber hasta dónde pueden estirarse o contraerse, cuál es la frontera de su constitución.
Sucede siempre que los materiales se dejan probar y el arquitecto puede llevarlos un paso más allá: los pone a trabajar juntos, hace que se conozcan, rebusca hasta encontrar lo que les une: es una labor de paciencia, conocimiento y creación.
El ejemplo más vistoso es la Naked House, vista de lejos es una caja de zapatos gigantes de formas tan lógicas pero tan poco comunes que induce a pensar que usa tecnología de la era espacial; se muestra con formas puras: es difícil conseguir que una construcción llegue a tener la simplicidad (y la profundidad) de un haiku. Pero visto en detalle no hay soluciones complicadas a los desafíos estructurales de la casa, en su mente lo complejo se resuelve por la vía de lo simple: Shigeru Ban colocó pelotitas de polietileno y burbujas de plástico para rellenar unas mangas de tela que dieron a la Naked House una masa térmica ideal para enfrentar las temperaturas de las cuatro estaciones japonesas. Tal casa usa una armazón de madera, paredes de acrílico, junturas de velcro y tela para el terminado final.
Al arquitecto Ban se le asocia, y él mismo se encarga de que suceda, con diseños y construcciones en los que las estrellas son materiales tan simples como los tubos de cartón. Esas bobinas irían, si acaso, a una planta de reciclaje luego de haber cumplido su uso original de ser la base para enrollar papel o tela; en las manos del arquitecto se hicieron las costillas del esqueleto antediluviano de una casa temporal que ampara a una familia víctima de un desastre natural. El reconocimiento mundial al talento, a la innovación y a la solidaridad llegó este año.


Biblioteca de la Seijei University, de Shigeru Ban

Shigeru Ban es el trigésimo séptimo arquitecto en recibir el Pritzker Architecture Prize, premio que se equipara con un Nobel y que es una de las máximas distinciones que puede recibir un arquitecto; reconoce las mejores cualidades de esta que es de las pocas actividades humanas en las que hay un maridaje entre ciencia y arte.
“La innovación no está limitada por el tipo de edificio, así como la compasión no está limitada por el presupuesto. Shigeru ha hecho de nuestro mundo un lugar mejor “. Esta es la idea central del veredicto de los jurados del Pritzker Prize.
La innovación es, visto desde la óptica del arquitecto premiado, la obsesión por jugar con materiales y desde algunos puntos de vista se lo podría considerar como un ser humano con conciencia medioambiental o, a lo mejor, con algo que podría llamarse arquitectura amigable con la naturaleza. Muchas veces le han catalogado así.
En esa línea de análisis, tener el valor de usar desperdicios, como tubos de cartón, y convertir la basura en materiales estructurales para construir es, dicen, argumento suficiente para condecorarle con alguna presea medioambiental. Pero Shigeru Ban no hizo solo eso, dio el siguiente paso que fue diseñar construcciones que se pueden desmontar. Edificar construcciones reversibles, una estructura que puede volver a ser los materiales de la que está hecha.
Lo hizo, para sorpresa de todos, cuando el gobierno del Japón le contrató como responsable del pabellón nacional en la Exposición Universal de Hannover (Alemania, 2000). Hizo el diseño, la construcción fue edificada, recibió miles de visitantes y cuando la feria terminó Japón desarmó su pabellón y lo convirtió en pulpa de papel, mientras el resto de países participantes –y los organizadores del evento, claro- tuvieron que lidiar con las osamentas de los pabellones, con esa colosal demostración de poder que enseguida se convirtió en arqueología industrial sin interés y además inservible.
Estas dos pecualirdades sobresalientes, el uso de materiales de desecho y la construcción temporal desmontable, fueron buena materia prima para que los críticos y analistas dijeran de él que es un arquitecto preocupado por el medioambiente. Pero Ban se niega a recibir el emblema de ecologista porque ha hecho lo que sabe desde antes que se use esa palabra y lo seguirá haciendo a pesar de ella.
"Cuando empecé a trabajar de esta manera, hace casi treinta años, nadie hablaba sobre el medio ambiente. Pero esta forma de trabajar era algo natural para mí. Yo siempre estaba interesado en el bajo costo, materiales locales, reutilizables”, dijo Shigeru Ban en una declaración que cita el Pritzker Prize.
Del su álbum de recuerdos se puede sacar esta imagen: Terremoto de Kobe, 1995. Los damnificados de la comunidad vietnamita de esa ciudad japonesa estaban viviendo en carpas de plástico armadas de cualquier manera. Consiguió jabas de desecho de una cervecera y las usó como base; levantó casas temporales con bambú y otros tantos materiales que era posible hallar en un entorno devastado: la comunidad tuvo su vivienda; las casas se desmontaron cuando se inició la construcción de las definitivas. Soluciones parecidas a problemas emergentes aplicó en otros lugares de Japón, en Vietnam,Turquía, India, Chile, China, Haití, Ruanda y otros países.
“La gente normalmente piensa que desarrollar algo nuevo es high-tech, pero incluso un material al desnudo, un material humilde, un material existente alrededor nuestro puede ser usado como estructura, dándole un nuevo significado y más función. Así que lo que hago no es inventar algo nuevo, tan solo estoy usando un material que existe en nuestro alrededor, como parte de la estructura de los edificios”, declaró Ban en una entrevista a David Basulto, de la prestigiosa publicación Plataforma Arquitectura.
María Samaniego, arquitecta y docente ecuatoriana del estudio Arquitectura X, agrega que “Al usar nuevos materiales tiene que desarrollar o adaptar técnicas constructivas, y como buen japonés lo resuelve hasta el último detalle. Hacer arquitectura transitoria o con materiales reciclados puede resultar más complejo que hacer algo permanente con materiales y técnicas tradicionales”.
Shigeru Ban hace cabeza de aquellos para quienes todos los materiales pueden ser usados y en su caso la pasión le llega de un recuerdo de la infancia: “A mí simplemente me gusta la madera porque de niño quería ser carpintero, ya sabes, en Japón la carpintería es bastante tradicional y tiene una fuerte orientación artesanal”.
Su padre era funcionario de Toyota y su madre estaba dedicada a la alta costura. Cuando tenía 10 años le embrujó mirar los trabajos de los carpinteros que renovaron la casa familiar. Al graduarse del colegio era bueno con el diseño y el rugby, deporte que le fascinó. Hasta que leyó un artículo de John Hejduk, el “arquitecto de papel”, quien por entonces era decano de The Cooper Union for the Advancement of Science and Arts, con sede en Nueva York. Ese fue su destino, al que llegó tras una escala en Sci Arc (Southern California Institute of Architecture).
Tan pronto como se graduó y tuvo algo de experiencia inauguró la oficina Shigeru Ban Architects y la Red de Arquitectos Voluntarios (VAN, por las siglas en inglés), dos iniciativas que ha sostenido como canales de expresión de un talento con pocos límites.

Una luminosidad que se enciende por la identidad

Shigeru Ban Architects tiene su sede en Matsubara, un barrio de clase media al oeste de Tokio. En un terreno pequeño, como todos en la ciudad con más densidad poblacional del mundo, levantó un edificio de tres pisos que ya le queda pequeño. Pero no tiene la intención de moverse, no quiere trabajar lejos de la cercana casa de sus padres y de la suya, que está a quinientos metros (la construyó sin derribar ningún árbol).
Frente al taller hay una tienda que pila y vende arroz japonés, una cafetería, un restaurante, inmobiliaria y peluquería. En las horas de más actividad se oye música tradicional emitida por unos parlantes colgados en los postes gracias a una iniciativa municipal.
Cada 4 minutos suena la campana que anuncia la llegada del tren de la línea Keio Inokashira. En las calles, baja una barra casi simbólica y los ciudadanos se detienen a esperar colmados de disciplina tokiota.
Ban es japonés: se le nota mucha timidez cuando está en público, dice muy pocas cosas fuera de un discurso ya estructurado, habla casi nada de él, es hermético. Y es el heredero de una tradición arquitectónica que ha producido una cuarta parte de quienes han ganado el Pritzker Prize hasta ahora.
Muchos de los conceptos y de la innovación de la arquitectura moderna mundial se ha fundado en el desarrollo que ha logrado los creadores japoneses. El argentino César Pelli ha dicho que “La tradición arquitectónica japonesa tiene tan alto nivel que se ha convertido en un desafío muy importante el superarla. Es, probablemente, uno de los mayores retos de la arquitectura actual”.

Edificio Dior, Omotesando, de SANNA
En el libro New Japan Architecture, de Geeta Mehta y Deanna MacDonald, Mehta distingue tres anclas sobre las que se fundamenta una arquitectura que provoca sorpresas permanentes.
La primera es la capacidad de desarrollar un cubo perfecto, que puede ser la forma más pura de todas, el cubo blanco. Allí se ve la marca de la estética japonesa (que se conoce como wabi-sabi) y sus negaciones: nada es eterno, no puede haber nada superfluo, nada es perfecto y nada está terminado. “El objetivo es crear una forma pura, ininterrumpida por los detalles de la construcción o la molestia de los programas funcionales”. Una japonés jamás cuestionará acerca del cubo blanco, simplemente hará el mejor de todos y habrá alguien después que lo mejore, dice Mehta.
Lo segundo: los wow buildings (edificio “sorpresa”): se explica por una frenética contratación de los mejores nombres del mundo para que construyan en Japón, considerada la capital del consumismo. Hay una ruptura drástica del concepto del wabi-sabi de “eliminar lo que no es esencial” y es cambiado radicalmente a “celebrar lo que no es esencial”.
El tercer pilar es el reverdecimiento de la arquitectura japonesa, a través de la cual se innova mucho –eventualmente con la aplicación de tecnología futurista- en la eficiencia de las edificaciones. Vale tomar en cuenta que el 48 % de las emisiones de carbón a nivel mundial provienen de la construcción y operación de edificios.
Edificio de Prada, de Herzog y Meuron
Shigeru Ban se ha alimentado y es parte de estas tres anclas pero, como una japonés de cepa, aprende y mejora. Lo ha dicho el chileno Alejandro Aravena, miembro del jurado del Premio Pritzkel: “…Ban le ha hecho un gran favor a los arquitectos ampliando nuestras posibilidades de trabajo e influencia y a la vez ha contribuido con sofisticación y excelencia a ámbitos que estaban normalmente excluidos del diseño de calidad”.
Esa luminosidad anda también por Europa. Gana el concurso y construye el Centre Pompidou-Metz, Francia, proyecto que le toma seis años; luego, la sede de Swatch en Suiza, el parisino Museo de Luxemburgo, la Sala de Conciertos de Papel en Italia, el Domo de Papel en Taiwan y el Centro Nicolas G. Hayek en Tokio.
Para ello ha utilizado tubos de cartón, papel, contenedores de transporte, materiales de embalaje, pantallas de metal, tela, plástico, acrílico, bambú laminado, madera (sin conectores de metal), fibra de carbono, cortinas, materiales compuestos de fibra reciclada de papel y plásticos. Inclusive ha hecho uso de los materiales tradicionales.
De pronto, todos quieren construir con él, pero Shigeru Ban tiene otros planes. “Estaba muy decepcionado con mi profesión de arquitecto, porque no estamos ayudando, no estamos trabajando para la sociedad, estamos trabajando para personas privilegiadas, gente rica, gobiernos, constructores”, dijo durante una presentación reciente en TED. Insistió en que las clases privilegiadas “Tienen dinero y poder, pero son invisibles, así es que nos contratan para visualizar su poder y dinero haciendo arquitectura monumental”. Haciendo wow buildings.
Centro Nicolas G. Hayek en Tokio, de Ban
Después de ganar el Pritzker Prize seguirá haciendo lo que le apasiona “Aunque me lleguen grandes ofertas no tengo pensado ampliar mi estudio de arquitectura ni recibir muchos proyectos fácilmente. Tengo pensado seguir trabajando a pequeña escala como hasta ahora”, declaró al medio digital nippon.com.
A pesar de él, el trabajo en su pequeño taller tendrá efectos a gran escala si sigue entusiasmado por ir donde la gente necesite que un arquitecto le resuelva una necesidad urgentes con alternativas dignas.
“Para lograrlo, Ban redefinió la manera de aproximarse a los desafíos urgentes, difíciles y relevantes, reemplazando la caridad por la calidad profesional. Shigeru Ban nos ha enseñado que independiente de la dureza de las circunstancias o la escasez de medios, el buen diseño, lejos de ser un costo adicional, es un valor agregado que contribuye a los problemas más complejos con eficiencia, poder de síntesis, e incluso cierto optimismo”, ha dicho el jurado Aravena.
La primera ida de su faceta solidaria fue Ruanda (1994). Las guerras locales desplazaron a dos millones de personas, la Organización de Naciones Unidas entregó a los damnificados plásticos con los que se hicieron unas carpas. Pero, deforestaron una amplia zona para edificarlas. Ban logró armar estructuras mejor diseñadas, con el mismo presupuesto y sin impacto ambiental.

Luego fueron otros países, otras realidades, otras necesidades. ¡Otras oportunidades! Mientras mayor era el reconocimiento internacional a su talento más se empeñaba en descubrir qué hay más allá de su simple naturaleza de objeto inanimado, cómo y cuánto puede servir para construir.
Hay todavía un avance adicional que se le debe reconocer: cada vez es más sofisticado su concepto sobre el papel de los arquitectos en la sociedad a la que sirven y de la que se sirven.
Ban dice que “…no es que esté en contra de la arquitectura para las clases privilegiadas, yo mismo continúo construyendo para ellos y creo que la arquitectura monumental es importante, pero desde siempre en mi trabajo he tratado de reconciliar ambas visiones de la actividad constructiva”.
El arquitecto premiado tiene oficinas en su ciudad natal, Nueva York y París. Está ocupado con proyectos en Rusia, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Canadá y Japón: “Me gustaría seguir construyendo monumentos amados por la gente”, ha dicho.
Su asistente cuenta que, de hecho, hace poco regresó de Filipinas. Había perdido su sombrero y el de paja toquilla que le han regalado y que tiene ahora sobre su cabeza le viene bien para seguir caminando por el mundo de la creación ilimitada, la innovación y la solidaridad.

Estaremos pronto juntos, se los aseguro. Gracias por venir.

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