"Tokiotas", extracto de Japón

Les saludo con mucho afecto, en este inicio del año del tigre. Finalmente llega a esta bitácora lo que me ha tenido ocupado los últimos meses y quiero contarles algo más sobre esto. El título de esta entrada es un propósito, una aspiración. Ustedes dirán si se logró el cometido.

Hay varias maneras de contar acerca de Japón. Es lógico para un país antiguo, amplio, profundo. Desde esta bitácora se ha intentado crear relatos informativos que exploren más adentro de las capas que son visibles en las guías de viaje y en las múltiples noticias que rondan por la red. Los 180 artículos escritos en una década marcaron esta manera disciplinada y sistemática de hablar de Japón, pero no consiguió obtener el extracto.

A través de dos libros (Japón de seda y Japón bajo la piel, Kindle) se hizo aproximaciones más profundas tanto a la historia reciente como a la naturaleza de un país lleno de señas particulares. Pero tampoco se consiguió una gota esencial.

Tokiotas lo consigue. Las idas y venidas periodísticas y literarias eran, en realidad, maneras de acercarcarse al momento en que se pueda llegar al proceso final. A criterio del autor de este blog, la literatura es la que logra hacer una versión más fiel de la identidad o de la cultura de un pueblo.

Por eso, Tokiotas fue empujar lo aprendido, durante años, hacia cuentos cortos, trece, en realidad, retratos de instantes memorables de las historias de ficción. El cuento corto como la extracción de una gota de esencia.

Este libro, publicado en noviembre de 2021, es, además, una expresión artística que recoge símbolos, a través de los cuales se ha tratado de atesorar el espíritu tokiota y japonés en un frasco de los que se usa para el perfume. Es, de inicio, una edición numerada. Las historias están presedidas por ilustraciones de autor, toda la literatura se encuadernó con un empastado japonés de siete hoyos. La portada está diseñada bajo los principios del kintsugi, el separador de páginas es un origami. La obra está empacada con un furoshiki; los furoshiki y los origami tienen un diseño de autor. Nada se dejó al azar ni es un accidente, no hay piezas de sobra en este rompecabezas.

En definitiva, ha sido una suma de elementos simbólicos anclados a un libro que, en su conjunto, ha tratado de replicar los principios estéticos del wabi sabi, un extracto de Japón.

Este libro es la tercera obra que podría agruparse bajo el genérico de La trilogía de Japón, compuesta por un ensayo literario, una colección de crónicas periodísticas y un puñado de cuentos cortos. En este cúmulo de frases hiladas con honestidad están resumidos cuatro años de vida en el país del sol naciente y 10 años de ejercer de aprendiz de japanologista.

Los autores no deben andar por el mundo ponderando las virtudes de sus obras, en la medida de que sus creaciones deben tener la capacidad de defenderse por sí mismas, de manera que serán ustedes quienes califiquen esta obra culminante.

Culminante en el sentido de haber llegado a un destino que, irremediablemente, tiene que ser un punto de partida, en la medida en que la magia de la vida está en el camino. Los inicios y los finales son llanas referencias temporales de una ruta que no termina nunca.

Si se ha dicho varias veces en este blog que Japón es un país en el que hay una sorpresa por cada recodo es porque es una nación permeable a las miradas; se deja ver. De hecho, la observación apacible, queda, sin las prisas de la arrogancia, son virtudes del pueblo japonés que entiende, bajo la sombra del budismo, que cada encuentro con la belleza es diferente. De hecho, cada mirada a un objeto de admiración tiene señas distintas; esa es la razón por la que visitar una y otra vez el jardín zen del templo de Ryoanji es apasionante. Sentarse frente al mar de arena a descubrir las 15 piedras sin apuro, sentir la ausencia interna para que el espíritu de la vida cope los pulmones y los recuerdos. Pero es más, Ryoanji es capaz de instalarse en un temblor de la sensaciones incluso con la nostalgia de la felicidad sentida en una visita pasada, que es otra manera integral de felicidad.


Es difícil poner palabras a las emociones. La literatura, el cuento corto, tiene la virtud de acercarse libremente a la sensación de belleza y logra, a veces, reproducirla, con celadas, coqueteos, desafíos o amenazas. Así es el mundo de la ficción.

Tokiotas anda rodando de mano en mano, ya habrá tiempo para graduarlo. Me despido de ustedes, hasta pronto. Habrá mucho que decir en esta nueva fase. Saludos.

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