La pasión por el equilibrio: ikigai

Es bueno que estén aquí y más ahora en que tenemos entre manos uno de aquellos temas que se ha distorsionado mucho.


Recientemente se presentó en Ted Talks  el periodista Dan Buettner quien hizo una investigación de las características comunes de los habitantes de cinco pueblos donde viven las personas más longevas del mundo.
Obviamente, una de las que llama “zonas azules” fue Ogimi, un pueblo de 3.000 habitantes, ubicado en en litoral de la prefectura de Okinawa, en el extremo sur de Japón. Es, según reportes de medios de comunicación, el lugar del mundo con más personas longevas.
Durante su presentación, Buettner menciona con insistencia la palabra ikigai que, al criterio suyo y de los investigadores que le acompañaron, es uno de los motivos por los cuales las personas son longevas.
Foto de Álvaro Samaniego
En la busca de las razones de la longevidad (hay quienes se proponen vivir muchos años, pero otros quieren vivir simplemente bien) también se embarcó el español Héctor García, el autor de una de las más importantes bitácoras en español escritas sobre Japón: Kirai. Ha escrito dos libros en los que sugiere que el eje para tener una vida larga y feliz es el ikigai, tal como lo hacen los habitantes de Ogimi. Hay muchas derivaciones. Como suele suceder en Occidente, de tiempo en tiempo se hace moda un tema japonés, que se lo usa y se lo manosea a placer. Han aparecido luego muchos artículos en los que se realza que esta “corriente exótica de moda” es esencial para obtener un sobregiro en la vida: si usted hace tales cosas vivirá tantos años más que si no las hace.
Como muchos términos japoneses, ikigai no tiene una traducción literal al español y hay dos maneras de entenderlo: la primera es a través de la etimología: es la unión de dos términos que significan vida; y, valor o razón, la razón de la vida. La segunda es la forma como explican el ikigai los habitantes de Ogimi: “la razón por la que te levantas cada mañana”.
Es decir, hay una predisposición, un motivo racional por el cual vale la pena luchar todos los días o, dicho desde otra óptica, una pasión que merece que se le dedique la vida. En la mayoría de declaraciones no hay ninguna referencia a una práctica que asegure el sobregiro de años ni un camino específico al bienestar, sino un pensamiento específico.
Este principio se puede encontrar y explicar en la civilización occidental, de acuerdo a lo que afirma el autor Nicolás Boullosa, del portal Fair Companies.
“Si el concepto de autorrealización y sentido de la vida relacionado con el cultivo personal parte, en la tradición occidental, de Sócrates y una interpretación de cultivo de lo virtuoso según la 'naturaleza' de cada uno, la razón de ser o ‘ikigai’ surge en Japón de la búsqueda de la propia vocación a partir del conocimiento de uno mismo: todo el mundo tiene un ‘ikigai’ y, por tanto, una razón de existir o vocación”, afirma el autor.
Tal vocación, motivación, razón de vivir u objeto de vida no es, en los más de los casos entre los japoneses, un objetivo de trascendencia para mejorar el mundo, dar abrigo a los niños huérfanos o la destrucción de los arsenales nucleares, sino tan simples como cuidar a su tataranieta o pescar tres veces por semana para mantener a la familia.
Hay una estadística que menciona que una tercera parte de japoneses consideran que su ikigai es su trabajo actual, afirmación que invita a dos reflexiones: la primera, es que tales personas consideran que seguirán haciendo lo que hacen hasta su muerte (y se elimina de raíz la jubilación) o que el ikigai puede variar con el paso del tiempo.
Lo dice el medio público BBC de Inglaterra: es “propósito en acción”. “Para Tomi Menaka, de 92 años, su ikigai es bailar y cantar con sus compañeras en el grupo KBG84, como le dijo al periódico Mainichi. Para otras personas puede ser el trabajo en sí mismo. En una cultura donde el valor del equipo reemplaza al individual, los trabajadores japoneses se sienten motivados por ser útiles a los demás, recibir agradecimientos y ser estimados por los colegas, dice Toshmitsu Sowa, director jefe de la firma asesora de recursos humanos Jinzai Kenkyusho”.
Se descubren otras características de este término complejo: no son acciones obligatorias que hay que realizan para obtener un objetivo, sino comportamientos espontáneos y naturales.
En el afán de categorizar las formas del ser, expertos han coincidido en estructurar este pensamiento a través de responder las siguientes cuatro preguntas: qué es lo que amas, en qué eres bueno, qué es aquello con lo que te puedes ganar la vida y qué necesita el mundo.
El ikigai se une a otras prácticas muy japonesas para alcanzar bienestar personal, que puede ser mucho más alto al de la mayoría de habitantes del mundo: comen hasta llenarse al 80 %, están acostumbrados a ingerir muchas verduras, tofu y té verde, realizan una actividad física constante, su alimento anímico es el sentido de pertenencia a un grupo y dejar el trabajo formal no significa cesar en la actividad permanente.
Ahora, parece estar clara la relación entre ikigai y felicidad, en el sentido de autorrealización, del placer interno. No se puede desconocer que esta forma de actuar es una manera de conquistar el satori, la versión japonesa de la iluminación, según el budismo zen. Es conocido que esta religión propone que lo importante no es el destino sino el camino, y las acciones diarias inspiradas en el ikigai van en dirección hacia lograr un estado interno de bienestar, sin fines utilitarios. Los japoneses no se compran la idea de que estar bien y vivir bien sirve para para algo, la sensación interna de armonía les releva de cualquier racionalización
En muchas personas de Japón, además, la felicidad no se parece al prototipo que se ha acostumbrado a trasmitirnos de una persona sana, que tiene una mirada profunda y una sonrisa permanente. El estado que prefieren los japoneses es el de una tranquila melancolía: esa es la disposición de ánimo que alcanzan gracias al ikigai.
Un concepto final, que se aplica a todas aquellas “enseñanzas” que se originan en el archipiélago nipón, ¿se puede emular en otras sociedades o en el mundo en general, se puede aplicar el pensamiento ikigai indiscriminadamente?

Una respuesta primaria es que hay que ser japonés para poder extraer el beneficio esencial de su cultura. El argumento que le sigue es que de alguna manera en el mundo se hace lo mismo, pero por los canales abiertos en las culturas específicas.

Vengan pronto, están en el horno otros temas que pueden ser de su interés.

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