Aikido, el arte de la paz

Muchos saludos, amigos de Llamingosan, sean ustedes recibidos con candor por su servidor. Tomen asiento.

Matar las ganas de matar, esa podría ser una de las definiciones del aikido y es sobre todo una explicación personal y no tanto una argumentación doctrinaria de esta arte marcial. Pero ni esta definición ni otras que aparecerán en este texto lograrán la imposible –y acaso innecesaria– tarea de poner en palabras acotadas un universo tan amplio como el del aikido.
Disipar el derroche de violencia es otra idea que sirve para tratar de ajustar al breviario occidental un concepto que, a la luz de la coyuntura, suena iluso: el arte de la paz.
Estos principios, gran paradoja, surgieron de un soldado activo, experto en varias habilidades marciales y devoto religioso. Se jugó por la paz un japonés que es el producto de sobrevivir a 50 años de convulsión.

El sensei (maestro) Jaff Raji. Todas las fotos son de Álvaro Samaniego

 
Ueshiba Morihei (1883-1969) nació en el inicio de la época expansionista gestada luego de la Restauración Meiji, participó en la I Guerra Mundial y fue testigo del ataque atómico de las fuerzas estadounidenses durante la II Guerra Mundial. ¿Contradicción? Un hijo de la guerra que escoge el camino de la paz.
Tras mucho pelear, ver, hacer y orar, Ueshiba sistematizó, bautizó y promocionó este arte marcial que fue reconocido en 1959. Sin embargo, su esencia es remota y eso se nota en la manera como responde los cuestionamientos que fueron tema de debate en la época de los guerreros samurái.
Morihei vivió en las antípodas, con un pie en las batallas que libró y el otro en la paz que predican el budismo y el sintoísmo, la religión japonesa. A pesar de esta realidad –o gracias a ella- estableció como principio esencial que quien practica el aikido, por principio, declara que no tiene enemigos. En cambio, sostenía que hay un detractor oculto contra el que sí se combate, en contra del que se practica todos los días de todos los años que sean necesarios para tenerlo bajo control: el ego. Él es quien origina la violencia, porque en su base florecen el miedo y la ira. Si hay algo que derrotar en el mundo y en la vida es el ego.
Con él y no contra él, con ella y no contra ella, estas son otras frases que puede abonar en la comprensión del aikido que, en último término, demanda de personas preparadas en la humildad para ser agua que apaga.
Con el aikido sucede lo mismo que con otros términos japoneses cuyo significado literal es uno, es claro, justo, equilibrado, pero su definición incita un universo de reflexiones que apenas logran otear algo de su vastedad. Esa es la razón por la que en este artículo se ensayan varias maneras de explicar su esencia, más allá del significado.
Además, no se ha de desconocer que las palabras tienen harta genética. Este conjunto de tres ideogramas significa «camino para la armonía de la energía», esta es su definición literal pero también uno más de sus principios.
En buenas cuentas, significa que los movimientos estratégicos parecen un paso de baile o una coreografía que logra que la energía de las personas esté en armonía. Y, para el caso, la armonía no puede ser, para nada, negativa.
El aikido, su creador para ser justos, se alimentó mucho del budismo zen y también del taoísmo. En el libro fundamental, el Tao Te Ching, se escribió, siglos atrás, lo que sigue: “Quien sabe vencer al enemigo no ataca. Quien ha vencido se detiene. Esta persona no se permite ejercer violencia sobre el enemigo derrotado. Después de obtener la victoria, no se enaltece. Vence y no se siente orgullosa de esto. A tal persona no le gusta hacer la guerra. Vence sólo porque le fuerzan a pelear. Y a pesar de que vence, no es belicosa”.
Esta frase ha servido para dejar dicha la confusión que puede nacer de una actividad como el aikido siempre y cuando se intente acotar el pensamiento a una explicación que satisfaga solamente la razón.
Porque el aikido no está siempre del lado de la lógica, tanto que sobran las declaraciones de que es una actividad inútil y, por tanto, es un dispendio de tiempo. Lo que pasa es que no es muchas cosas. No es, esto se afirma con énfasis, una técnica de autodefensa, tampoco una manera de atacar, no alienta la existencia opuesta de un victimario y víctima.
Es un principio de paz, de hecho, el conflicto, que muchos consideran que es un sistema de opuestos gracias al cual el mundo avanza, no se parece en nada al aikido.
Al contrario, es un camino que en base del entrenamiento físico lograr preparar el espíritu y la razón para conducir todas las fuerzas que se disparan anárquicas hacia el objetivo de la paz.
En esa línea, es un error la frase tan común de que el aikido “usa la fuerza del enemigo en su contra”, porque un aikidoka no está en contra de su enemigo. En realidad esta sucesión de movimientos redirigen la fuerza del enemigo para, juntos, disiparla.
La práctica es en parejas, siempre hay dos actores (tanto como yin y yang, opuestos complementarios): el uno simula un ataque y el otro actúa con las técnicas del aikido. Luego se invierten los roles para ejercitar la misma técnica. La repetición de las técnicas busca aprovechar la memoria del cuerpo, para que un ataque no se responda desde la reflexión racional –que está sometida al ego- sino desde la memoria del cuerpo.
Por esta razón y por otras en muchos momentos se critica el hecho de que es una disciplina sofisticada y compleja, muy suave para ser marcial. Esto sucede debido a que quien entrena asume la responsabilidad de cultivar sus capacidades para tener una mejor calidad de vida. A nadie se le ocurre, por ejemplo, que el aikido ha sido creado para desarrollar musculatura –aunque lo hace gracias a la repetición de movimientos- pero sí que está asociado a la tolerancia; el bienestar no es patrimonio de los fortachones.
La prueba es el propio fundador, Morihei medía 1,56 metros y no hubo atacante que lograra obtener algo parecido a una victoria. Se traduce, ahora, en que lo practican niños junto a ancianos, quien esté dispuesto a hacerlo.
Por otro lado, desde su origen esta disciplina eliminó los rangos y las competencias. Los rangos por un asunto de humildad, por el principio de que todos los aikidokas están en el camino de la armonía de la fuerza y ninguno ha llegado al final, son compañeros de viaje.
Por otro lado, las competencias alientan el ego y eso significa incurrir en el error de competidores, de vencedor y vencido, víctima y victimario. Si acaso, suceden demostraciones en las que el más experimentado apoya el proceso de aprendizaje del novel.
Esta disciplina de las artes marciales es holística: cultiva el cuerpo, la mente y el alma; se apoya, además, en leyes físicas naturales, como la gravedad, la inercia y el equilibrio (como diría Morihei, “…la materialización minuciosa de los movimientos del cielo, la tierra y otros aspectos de la naturaleza”). Cualquier movimiento que se practique debe tratar de que caiga un enemigo y se levante un amigo.
En toda la práctica hay un protocolo del que no es posible prescindir y la razón la explica Masafumi Sakanashi, (1954 - 2012), quien fue el fundador del Centro de Difusión del Aikido: “Porque más allá de las convenciones trasunta una ética profunda de consideración al otro. Es una ética y no una etiqueta vacía”.
Los aikidokas usan un keikogi, que es un traje blanco compuesto por un pantalón y una chaqueta de un material resistente, atada por un cinturón (el mismo que el karate y el kendo). La manera de diferenciar a un aprendiz de un avanzado es que el segundo usa hakama, un pantalón bombacho azul que usaban los samurái.
Hay una parte de la preparación que se realiza con “armas”, que son en realidad instrumentos de madera, réplicas de armas de los antiguos guerreros japoneses.
Vale también afirmar que hay muchas escuelas y cada una tiene sus diferencias sutiles, pero en general la esencia del arte marcial es la misma en cada una de estas y no habría razón para ninguna disputa.
Un arte marcial que prioriza la “irresistencia” explica su naturaleza con esta enseñanza de su creador: “Ofrece a tus oponentes todas las oportunidades para hacer la paz». Y, también por los cinco principios en los que se fundamenta:
1. El Aikido es el camino que reune a todos los caminos del Universo desde la noche de los tiempos, es el Espíritu Universal que contiene y une a todos los seres.
2. El Aikido es la verdad enseñada por el Universo que debe regir nuestra vida en la Tierra.
3. El Aikido es el principio que une a la humanidad con la Consciencia Universal.
4. El Aikido alcanzará su objetivo supremo cuando cada ser, después de haber seguido su propio camino, no sea sino uno con el Universo.
5. El Aikido es la Vía de la fuerza y la compasión que conduce a la perfección infinita y la gloria divina.
Pacificar la violencia, esa es la última frase de esta serie que es, en último término, una posada en este camino de armonía que no tiene fin. No debe tenerlo.



Siempre es un gusto compartir con ustedes estos momentos. Hasta pronto.

Nota final: las fotos fueron tomadas en varios momentos del seminario internacional dictado por Jaff Raji, en julio de 2019

Comentarios

Entradas populares