Cuando el licor no es un problema moral

Vuelvo a saludarles e insisto en agradecerles por estar aquí.

La imagen es épica: el jefe de una oficina gubernamental se ha quedado en camiseta interior, su camisa blanca salió disparada a cualquier esquina. La corbata negra es una banda que medio sostiene los caballos cortos y en parte plateados. ¡乾杯! (¡Salud!).
Sobre la mesa hay vasos de diversa capacidad, botellas de variado color, ceniceros repletos de filtros diferentes y los restos de abundantes frituras. Esas son las evidencias de que se está cometiendo “nomunicación”.
Esta palabra es una combinación de japonés y español. A pesar de que se utilizó originalmente la unión de japonés e inglés, el efecto es el mismo: ata el japonés nomu que significa bebida y el español comunicación (o el inglés communication). A ver si hasta el final se consigue una definición acertada en base de las siguientes pistas.
Un artículo publicado en este espacio (active este vínculo para leerlo) abordó la inasible ambigüedad japonesa, famosa, indefinible, fundamental en la identidad de los nipones, “la ambigüedad, entendida como falta de precisión, una veladura que provoca incertidumbre, dudas, confusión. Unas palabras dichas por un japonés, en general, no deben leerse con ojos literales”.
Ese probablemente es el antecedente más profundo, una actitud doble que tienen la mayoría, que es socialmente aprobada y practicada, se actúa a sabiendas de que hay dos japoneses en uno, es un individuo el que habita en la intimidad y otro el que tiene las herramientas para integrarse a la sociedad.
En el idioma japonés hay una palabra para definir los sentimientos internos y otra la conducta social. Solo ese hecho, el de haber creado términos específicos, ya implica aceptar la complejidad y la rigidez de los protocolos que determinan la ambigüedad.
En ese sentido, honne es el término que se refiere a los sentimientos y pensamientos de una persona como ser individual, son parte de la esencia íntima, un territorio casi absolutamente inexpugnable. Mientras tanto, tatemae es la palabra que designa a la conducta social, la manera cómo se espera que una persona actúe o se comunique. 
Ha llegado el final de la jornada de trabajo. Cada departamento de un enorme conglomerado corporativo es una célula; el jefe ha dicho que sería bueno compartir unos momentos de relajamiento. Todos los jefes han dicho lo mismo. En el término de minutos se llenan todos los locales de Tokio y de las grandes ciudades, los izakaya (bares en los cuales el cliente puede comer y beber todo lo que le quepa durante dos horas a cambio una pago cómodo). Las mesas se decoran enseguida de tragos y comida, hay mucho humo de cigarrillo.
Unos minutos antes todos eran unos fieles servidores, unos salarymen que han recibido y sostendrán una larga tradición de fervor por su trabajo, al que se dedican con disciplina, responsabilidad y un respeto casi religioso por las jerarquías. El estrecho lugar de trabajo es una fortaleza en donde pervive su identidad de honne, el encogimiento del espíritu, el blindaje para cerrar el espacio en el que se sienten cómodos.
El jefe alza la copa, recita un conjuro tan simple como “Bueno muchachos, el trago está servido, buen provecho.” y comienza a obrarse la mutación hacia el tatemae, el japonés social, el que habla sin entrelíneas, que es capaz de ponerse la corbata en la cabeza.
El licor es un lubricante que permite que eso suceda. Pero, también, el trago -o el uso del trago o el trago como camino hacia allá o el trago en sí mismo, como se le quiera poner- es uno de tantos protocolos que son exclusivos de la cultura nipona. Para muchos, es una parte de sus responsabilidades para la vida social. Los ocultos mecanismos de la “nomunicación” han comenzado a actuar.
Hay un acuerdo implícito en el sentido de que la “nomunicación” refuerza la mentalidad corporativa de los empleados. En muchos sitios en internet se lee esto: “'La cultura empresarial y política del país ha dependido durante mucho tiempo de alcohol para suavizar las diferencias entre jefes y subordinados o entre las partes en una negociación', según palabras del señor Noriaki Nozaki, director general de Alcohólicos Anónimos de Japón"; la entrevista sucedió en 2009.
El New York Times publicó un reportaje en el que se lee:  “'Beber es parte del trabajo’, dijo Satoshi Miyazaki, un empleado de una agencia de publicidad de Tokio quien dice que acompaña a su jefe de sección a un bar la mayoría de noches de la semana. ‘Si el jefe invita, no te sientes cómodo negándote’… ‘Usted dice cosas que no podría decir en la oficina’, dijo Miyazaki, de 32 años. ‘Por la mañana, nadie está en su contra’”.
Es decir, parte de la cultura también es saber ser tolerante con las opiniones libres y sin prejuicio de los subalternos de la oficina durante la “nomunicación”, en contraposición con la relación vertical, hasta de severidad paternal, durante las horas de oficina.
Muchos de estos principios se aplican también a hacer negocios. La “nomunicación” es una muestra de la madurez a la que ha llegado una relación empresarial. Como es conocido, llegar a un acuerdo de intercambio de bienes o servicios tiene un ritmo peculiar en Japón. En última instancia, más importante es establecer lazos de confianza duraderos con un cliente que los mayores o menores beneficios económicos inmediatos que se consigan. En ese sentido, llegar a beber con los candidatos a asociados es una muestra de que se tienen confianza y el negocio puede hacerse.
Pero hay algo más, una realidad que se dimensiona poco: un japonés necesita ser parte de un grupo. La mayoría son tímidos, reservados, prefieren su propia compañía. Sin embargo, su lado social les impele a ser parte activa de un grupo. En la mayoría de los casos, la oficina, sus compañeros, su jefe reemplazan inclusive a la familia en la que, por tradición, son escasas las muestras de cariño.
Ser parte del grupo es jugar en un equipo
que valora sus aportes para ganar un partido. Esa necesidad es la que ha causado, en parte, que sea un pueblo profundamente solidario, responsable y respetuoso, provocó al menos dos milagros económicos que el resto del mundo trata de emular, con poca suerte y ha salido de cuanto desastre natural le ha caído encima.
Entonces, la etiqueta del ser grupal manda que se practique la “nomunicación” y lo hacen con el mismo afán que cumplen con su trabajo diario, con la misma decisión con la que aportan al desarrollo de su país.
Pero bien, tarde o temprano había que llegar aquí: la “nomunicación” es una expresión cultural y no un problema de salud pública, como lo han calificado medios de comunicación occidentales
Es necesaria leer esta declaración: "Incluso después de todas las cirugías y los accidentes de coche, nunca se me ocurrió que (mi papá) era alcohólico, los médicos no utilizan la palabra”. Estas son las expresiones de la hija de un hombre que estrelló su automóvil contra un poste, que lo había hecho antes y que ha debido recurrir a los servicios de salud. Esta opinión publicó la corporación de comunicación Bloomberg, que analizó el impacto del alcohol en la economía del Japón.
Según sus datos, alrededor del 4 por ciento son considerados  alcohólicos (7,4 % en Estados Unidos). Además, cita un estudio realizado en 1993 por investigadores de la Universidad de Tokio que concluye que el costo anual del tratamientos médicos y la pérdida de productividad debido al abuso de alcohol llega a USD 68.000 millones.
A pesar de estas estadísticas, con las que tanta dicha se cosecha en occidente, la “nomunicación” para los japoneses no es un asunto que deba formar parte de la discusión de los problemas nacionales y, por supuesto, tampoco de la cotidianidad familiar o grupal.
Tras un reciente estudio se llegó a la conclusión de que el 66 % de japoneses considera que beber alcohol es moralmente aceptable; el 6 % piensa que es moralmente inaceptable y el 25 % opina que no es una cuestión moral. No hay tema de discusión.
Tanta tela que se ha cortado que cada vez es más difícil hacer una definición exacta, pero estas son las señas particulares.
Se ha terminado la sesión, que normalmente no se extiende mucho. Algunos se acomodarán la corbata antes de salir, irán formales por los pasillos largos de las estaciones del subterráneo aunque caminando en zigzag. Y al día siguiente, muy temprano, harán deporte. Y seguirán siendo integralmente japoneses, para desazón de los incrédulos.

Estaré gustoso de encontrarme con ustedes en un futuro cercano.

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